sábado, 14 de mayo de 2011

CAPÍTULO XXVIII. EL ADIÓS A CARRUSEL DEPORTIVO

La relación con Madrid se había roto y la situación entre la emisora, propiedad de la familia Muro, y la SER, muy complicada. Por eso resultaba inevitable la retirada de Paco Ortiz de Carrusel Deportivo después de su desagradable experiencia meses antes en la última Copa de Europa de Naciones. Era también una forma de protegerme y de asegurar mi continuidad en la radio a nivel nacional, ya que era su sustituto natural.




Hay momentos en la vida profesional que no se pueden olvidar. Y este fue uno de ellos. En la vida lo más importante es aceptar las situaciones tal y como vienen y, si es posible, adelantarse a los acontecimientos. Lo medité fríamente y no dije nada a nadie, excepto a mi hijo.
Llegó el primer domingo de liga, un dos de septiembre de 1984. El rival era el Hércules de Alicante y el partido comenzaba a las siete de la tarde. Ramón Gabilondo, que se hacía cargo esa temporada de la dirección de deportes, me dio paso desde la Romareda. Mi corazón palpitaba a una velocidad de vértigo, no por los nervios de mi participación sino por las palabras que iba a decir.

Yo era el único que sabía lo que iba a ocurrir y entendía que recoger el testigo de Paco Ortiz era tan difícil como insoportable a corto plazo. Llegarían otra vez, como en 1976, las comparaciones y los juicios gratuitos, tanto a favor como en contra. Le miré fijamente mientras leía con emoción su despedida:

Buenas tardes, amigos oyentes de Carrusel Deportivo, y adiós. Tras casi treinta años en Carrusel, hoy me despido de todos ustedes. Me queda la satisfacción de los años convividos con grandes amigos y excelentes profesionales, pero me enorgullece que alguien, parte de mi mismo, estará presente cada domingo en la Romareda. Mi hijo, Ortiz Remacha, es desde hoy la voz de Carrusel Deportivo en Zaragoza. Hasta siempre.

Hubo un silencio que se hizo eterno, porque unos segundos en la radio son toda una vida. Ramón le dio, seguramente por inercia, paso a mi padre en la segunda conexión, pero a partir de entonces su nombre formaba parte de la historia en Carrusel.

No se produjo ninguna reacción de la dirección de programas ni recibí ninguna llamada de Madrid. Pero la respuesta de los oyentes de toda España fue magnífica porque me enviaron cientos de cartas de los más remotos lugares, de personas a los que no conocía que me dedicaron frases de cariñoso recuerdo.
Fue una excelente e inesperada compensación a una decisión que, al cabo del tiempo, creo sinceramente que fue la mejor aunque fue aún más dolorosa que la despedida de las transmisiones internacionales.

Volvió a morir la trampilla que daba acceso a su pequeño refugio de Torrero, ya derribado, también la pequeña cabina de la Romareda y la nueva, tras la remodelación con motivo de los Campeonatos del Mundo de 1982. Todo desaparecía con él, ya que fue el espíritu que hizo humano una serie de metros cuadrados en escenarios donde rebotaban miles de gritos de varias generaciones de espectadores y oyentes. Carrusel Deportivo era otra cosa, algo diferente, sin la mesura de Vicente Marco, el sonido histórico de Juan de Toro, la chispa de Joaquín Prat o el arrojo de José María García. Ya no estaba ninguno, tampoco Paco Ortiz, que intentó estirar hasta su muerte su apellido a través de mi voz en un programa que ya no existía, tal y como él lo entendía. Tampoco lo consiguió, ya que en 1996 dejé de ser la voz de Carrusel Deportivo en Zaragoza.

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