viernes, 24 de junio de 2011

CAPÍTULO XV. INGLATERRA 1966

 
El éxito del Real Zaragoza en las Islas Británicas fue parejo al de Paco Ortiz con sus intensas retransmisiones. Su nombre ya sonaba a nivel nacional a través de «Carrusel Deportivo» y los dirigentes de la Cadena SER se fijaron en este joven locutor. Su voz fresca, cálida y juvenil gustó en Madrid, donde les interesaba incorporar a profesionales de otras emisoras locales para iniciar un proceso de colonización con las emisoras asociadas con una aparente descentralización.

Su debut internacional fue precipitado, porque le llamaron para colaborar en la transmisión de los Campeonatos del Mundo de Inglaterra de 1966 a mediados de junio, en plenas vacaciones de verano. Recibió en Salou un telegrama de Radio Zaragoza donde le indicaban que se pusiera en contacto con Vicente Marco urgentemente.

 
La conversación fue breve pero emocionante. No sabía qué decir, cómo reaccionar, cuando me comentó que iba a radiar con Pepe Bermejo los partidos de la selección española. Tenía sólo una semana para volver a Zaragoza, solicitar el pasaporte, tramitar el visado y tomar un vuelo a Londres. Iba a cumplir treinta y tres años y me daban, de manera inesperada, la noticia más importante de mi carrera.

Con la selección acudieron Carlos Lapetra y Marcelino, aunque no tuvieron una importante participación en favor de los veteranos jugadores del combinado español. La presencia de Paco Ortiz fue seguida con entusiasmo por los oyentes de Radio Zaragoza, que se incorporaron intensamente a las retransmisiones. Era otro mundo, una experiencia inolvidable que le aportó unos conocimientos fundamentales para su futura vinculación con la SER años después.

Por mucho que me esfuerce soy incapaz de recordar mi llegada a Londres. Tengo una vaga idea de la casa en la que nos alojábamos Pepe Bermejo y yo, en un barrio periférico, lejos de la sede de la BBC, donde tuvimos que acudir para resolver el papeleo de las acreditaciones. Vivía en una nube porque me empezaba a codear con los periodistas más importantes del mundo, todos ellos mayores que yo. Estaba ebrio de emociones en un ambiente de gloria futbolística. Afortunadamente guiaban mis primeros pasos Vicente Marco, Jorge Jarner -el jefe técnico-, Fernández del Campo -corresponsal en Inglaterra de la SER- y Pepe Bermejo, que allanaban cualquier escollo y me introducían en esa fabulosa selva radiofónica internacional.

Ambos locutores iban a cubrir los partidos que España disputaría en Sheffield y Birmingham, mientras que el resto del equipo comentaría los otros encuentros del Mundial desde los estudios de la radiotelevisión británica en Londres. Llegó el gran día, su primera transmisión en la SER, su primer partido de la selección española, su primer Campeonato del Mundo... Todo estaba preparado en el estadio, la BBC había dispuesto el complejo equipamiento técnico en una tribuna para casi doscientos comentaristas de todos los puntos de la tierra. Faltaban dos horas para el comienzo del partido entre España y Argentina.

Aquello era impresionante, mi mente captaba las luces, las formas, los sonidos y hasta los olores. No quería perderme ni un solo detalle. Media hora antes del encuentro comencé a dirigirme a los estudios de Madrid solicitando confirmación de la señal que enviaba desde mi puesto de comentarista. Estaba nervioso porque el tiempo pasaba y no escuchaba respuesta y me dirigí preocupado a uno de los sincronizadores de sonido que nos atendía. Con aire molesto, altivo y ofendido, me respondió que no me preocupase. Al fin y al cabo, se trataba de una transmisión realizada por la BBC.

Pocos minutos más tarde escuchó débilmente la voz de los técnicos de Madrid, ratificando el perfecto sonido que les llegaba desde el estadio: «Todo perfecto, Paco. Te oímos claro y fuerte. Enviamos retorno de la emisora. En seguida metemos la careta de entrada y después iniciáis la retransmisión Pepe y tú. ¡Suerte!»
Bermejo, con más experiencia, dejó que fuera calmando su ansiedad con esa pequeña conversación. Era un hombre serio pero cordial, poco amigo de las bromas aunque un excelente compañero. Él sabía que los prolegómenos siempre eran tensos y que el peso de la responsabilidad atenazaba a cualquiera, más aún si se trataba de un joven de provincias que empezaba a rodarse en la cadena privada más importante del país. Paco Ortiz no era ni mucho menos un novato, pero unos Campeonatos del Mundo y en la SER imponían a cualquiera.

No encuentro palabras para describir mi estado de ánimo cuando anunciaron la conexión y comencé a hablar. Me sabía al dedillo los números y los nombres de los jugadores argentinos y a los nuestros los conocía de sobra. Mi preocupación estaba en el ritmo que debía darle al partido, la emoción que tenía que poner en cada jugada y la compenetración con Pepe Bermejo, un experto y magnífico relator de partidos. Los jugadores albicelestes eran capaces de abrumar a cualquiera: Pinino, Artime, Ónega, Rattin, Perfumo, Marzzollini...
El partido era claro para los argentinos, que desbordaban a nuestra selección. Mediada la segunda parte, el marcador era de 1-0 para los rivales. Pero España reaccionó y a las cinco y veinte de la tarde, hora local, canté mi primer gol en un mundial. Fue Pirri, tras una jugada personal, quien batió al meta sudamericano. A partir de entonces, las palabras surgieron solas de mi garganta y olvidamos el tono gris del encuentro para sucedernos en la narración de las jugadas de ambos equipos.
Lamentablemente, de nuevo Artime ponía las cosas en su sitio y conseguía el segundo gol para su selección. Argentina había ganado con justicia a un desdibujado combinado español que empezaba a cavar su fosa en Inglaterra, dos años después de la conquista de la Copa de Europa de Naciones.
Pero la decepción de la derrota no menguó mi satisfacción personal. Esa noche apenas pude dormir recordando cada una de las frases expresadas y los momentos imborrables de una retransmisión histórica para mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario