martes, 5 de abril de 2011

EPÍLOGO


Sin el micrófono como elemento para comunicarse con el público, con sus oyentes, se refugió en la poesía para mitigar el dolor que le producía el alejamiento de las ondas. Utilizó en el salón de su casa su vieja máquina de escribir portátil para desgranar los versos con los que adornó los últimos años de su vida. Los motivos marineros, de amor y de infancia volvían a su mente y recordaba sus primeros años cercanos a la costa y donde, con la oscuridad de la noche, se asomó por primera vez a la radio como explorador y oyente.

Creo que le hubiera gustado publicar su obra, que dejó sin terminar, y por eso aprovecho este libro para reflejar su postrera vinculación a la literatura, para publicar una pequeña colección de sus poemas, con el lema “El mar soñado”.


LA ROCA Y EL MAR

Amante fría, ingrata,
distante y orgullosa.
Que no quieres el beso
del mar… ni sus abrazos.
Hasta a ti se acerca a veces
dulcemente. En otras en cambio
te estruja y acomete
con el viril juego
del amor apasionado.

Mas la roca, no responde
al quiebro del amor.
No participa.

Triste, fría, negra roca,
que desprecias el calor
del amor que el mar te ofrece.
Un amor puro, constante…
interminable.

No se cansa el mar ante
el desprecio.
Poco a poco va dejando
en el rugoso cuerpo
de la roca, implacable amante,
la simiente surgida de su fondo.
Ricos frutos que el paladar
degusta… largas algas…
Regalos que tatúan
su pecho y sus espaldas.
Que aunque no quieras, roca,
en tí quedan como preciosos
regalos del amante no aceptado.

En los momentos en que baja
la marea, lagos de agua salada
anidan en el hueco de tus muslos.

Allí descansa el mar adormecido.
Quieto, sereno, haciéndote el amor,
aunque tú, roca, no lo quieras.
Esperando de nuevo alta marea,
para que ya,
satisfecha virilidad agradecida,
vuelva de nuevo a retozar
con otras olas, mar adentro,
esperando su turno
para hacer suaves al amor
en los senos de la roca.


EL MAR CANSADO

A veces el mar quiere
descanso y se aleja despacio
hasta los Polos.

Silencio.
No hay que despertarlo.

Está durmiendo
bajo la sábana blanca
de los hielos.
Casi sin respirar,
latido lento.

Silencio.
Dejadlo dormir.

Imprevisible es
un despertar violento.


LA NIEBLA EN EL MAR

Me temo más que al mar embravecido,
niebla maldita sobre el mar en calma.
Sudario largo que se posa, y deja el
alma triste, y los alegres días
en el olvido.
Niebla malvada, daga de Bruto,
beso de Judas,
grito sin sonar de Ícaro al caer.
Velados ojos con que la muerte espera
a la frágil nave, aturdida y ciega,
sin encontrar el camino
que las olas dejan.
Llamas sin avisar al valiente marinero
y a tu cita, sin eco, no responde
porque lo apagas con el sucio tul
de tu vestido.

Nadie te quiere.

Ni las aves, ni el sol, la luna o las
estrellas… Ni el propio mar,
que dejas sin sucos, sin caminos…
Se apartan de tí, el fuerte albatros,
la audaz gaviota, el intrépido fulmar.
No saben si al posarse hay agua,
rocas o pradera.
Nadie te quiete, todos te odian.

¡Maldita niebla!


LAS NUBES EN EL MAR

Blancas, azules, doradas,
largas, gruesas, afiladas…
Presagio de tierra cercana
o de tormenta sin rumbo.
A veces sólo belleza.
Las más, alumbrar de viento.
Puede que pasen volando
o que lloren lluvia blanda.
Nubes del cielo, muy altas,
que cuando bajan al mar,
es sólo coquetas nubes,
para mirarse en el espejo
de tus cristalinas aguas.


EL BARCO DE MIS SUEÑOS

El barco de mis sueños,
es de cristal.
Las velas de seda.
Y la cordada,
de cabellos de sirena.
No quiero ancla,
que nunca arrumbaré
cerca de tierra.
Tampoco quiero escotas
y jamás bajaré
hasta el sollado.
En cubierta quiero estar
junto al timón,
guiado suavemente
como alas de paloma.
Las velas arrizadas,
dejando al viento
cada singladura inesperada.
Igual me dará
que la mar esté
lenta o arbolada.
Mi barco soñado,
será una balandra
de dos palos.
Como gaviota de
albas alas.
O quizás, como un cisne
posado sobre el agua.
Ya sé que no hay
cisnes en la mar…
¡Pero es un sueño!


EL NIÑO Y EL MAR

¿Quién juega con quién?
¿Juega el niño con el mar?
¿Es el mar quien juega con el niño?

Aprieta el niño el mar
con la frágil
fuerza de sus manos…
y el mar se le escapa
sonriendo.
Y la vuelta a empezar
en un juego interminable.
Con la arena y el agua de mar
el niño hace castillos
y el mar los socava y los
destruye, dulcemente, ante la
mirada triste del pequeño.
Pertinaz arquitecto,
su obra continúa.
Y una y otra vez
la ola suave de la orilla
desvanece los planes
del niño constructor
de inútiles castillos.

¿Quién juega con quién
en este juego de sonrisas?

Con paso vacilante
pisa el niño el mar,
y la resaca traviesa
de un mar en calma y apacible
se aleja unos instantes
brevemente
dejando un hoyuelo, no profundo,
para que el niño dude un poco
en seguir con pasos adelante.
Justo el tiempo.
Vuelve la ola en su vaivén
continuo… interminable.
El niño, paso atrás…
La ola, juguetona, hacia delante.

Y entre risas el juego
se hace cómplice
del mar y el niño.

¿Quién juega con quién?

Ya en la noche,
con el rumor
de caracola en sus oídos,
el niño duerme.
Posiblemente sueñe
con el mar.
El mar también sueña
con el niño.


EPILOGO

…Y en la hora de mi muerte,
mis cenizas a la mar.

Que no se queden en tierra.

En la tierra, quedan quietas,
mudas, eternas, ancladas…

Que mis cenizas, viajeras,
rompan el mar, en la quilla
de un grácil velero blanco,
con un capitán experto
y de alegres marineros.

O que empujen a las velas
camino del infinito.

En singladuras tan largas,
que hasta la muerte se olvide
que ya estoy muerto.

1 comentario:

  1. Preciosos versos como colofón de una vida plena. He leído con detenimiento cada uno de los capítulos que aquí narras.
    La vida de tu padre además de intensa es interesante.
    Tengo tu edad más o menos, creo que incluso fui con tu hermano a corazonistas ( no estoy seguro). Y tus historias me han trasladado en el tiempo.
    He vuelto a sentir a esa Zaragoza bondadosa, acogedora y humildemente provinciana llena de gente sencilla y magna como tu padre.
    Gracias por hacerme pasar más de un rato agradable y estimular mi nostalgia.
    Gracias Paco Ortiz por tu buen hacer.

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