jueves, 7 de abril de 2011

CAPÍTULO XXXV. UN BRINDIS


Estoy sentado en un bar cercano a la Romareda, con la obras haciendo imposible el tránsito de automóviles y dificultando a los peatones el acceso al estadio. Es una fresca pero agradable tarde otoñal, con niebla alta, donde se percibe la próxima celebración de un partido de fútbol y comienza a merodear un público deseoso de formar parte del espectáculo.

Saboreo con delectación una copa en honor de Paco Ortiz, brindando por su memoria, porque estoy a punto de acabar a mano el libro en el borrador impreso del penúltimo capítulo, cerrando un vacío que provocó su adiós y la escasa repercusión que su vida ha tenido los dos últimos años para la ciudad de la que estuvo enamorado, como si no se le perdonase la enfermedad y la muerte. ¡Cuántas horas debió pasar solo, en lugares extraños y distantes, en espera de entrar al campo para radiar un partido de fútbol! A mi también me ha ocurrido y es una sensación difícil de explicar porque te sientes aislado y sin ningún amparo. Ahora, por lo menos, dibujo rasgos sobre el papel que a veces se ha convertido en enemigo al no poder expresar con certeza mis pensamientos, antes de acudir a mi cita con un partido sin trascendencia de la Copa del Rey.

Las gradas del estadio que tengo a pocos metros son testigo de las tardes y las noches donde expresó con su voz lo que ocurría en ese escenario. El cemento rebota el sonido que se multiplica y recorre sus hendiduras como un fantasma.
Paco Ortiz fue capaz de transmitir ilusiones, de perseguir esperanzas, de trasladar emociones a miles de corazones. Fue la voz que supo acompañar, el grito que hizo levantar los brazos de los aficionados, el susurro que atemperó los momentos de fracaso y desolación tras la derrota.

Y de todo eso, soy testigo y continuador, con la responsabilidad que ello comporta, cuando me da la impresión que él va a sentarse a mi lado y a darme prisa porque desea llegar el primero al estadio. Casi lo adivino entre la gente, con su paso rápido y seguro, inconfundible para quienes le conocimos.

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