viernes, 8 de julio de 2011

CAPÍTULO III. POR FIN CONOCE LA RADIO

Su primer contacto con la radio se produjo de manera accidental, gracias a un cambio de itinerario en su rutina diaria y a la lectura de un libro.



Como las matemáticas no eran mi fuerte, recibía clases particulares en el domicilio de un profesor que vivía en la plaza de María Pita. Siempre atravesaba la calle Real para acudir a la cita, pero unas obras me obligaron a cambiar la ruta habitual y desviarme por otro lado. Como iba bien de tiempo me distraía mirando escaparates y en uno de ellos aparecía estratégicamente colocado un libro titulado «tu futuro es la radio». Me costó lo mío reunir las dieciocho pesetas que valía, pero no cejé en mi empeño hasta comprarlo y devorarlo de una sentada.

La semilla plantada y que germinaba con la escucha nocturna de las ondas, brotó definitivamente con la lectura de sus páginas. Aprendió los fundamentos básicos de la radio, su historia, la confección de guiones, la manera de escribir las noticias y consejos para su lectura. Se animó, olvidó las matemáticas (nunca pudo con Cabrerizo, su más odiado profesor) y se zambulló en la aventura de escribir su primer guión, que tituló «El hijo del Tuareg». Metió el original en un sobre y lo envió después de muchas dudas al director de Radio Nacional en La Coruña. Aunque apenas tenía esperanzas de recibir contestación alguna y llegó a arrepentirse por su osadía, le dio un vuelco el corazón cuando su madre le comentó de pasada días después, antes de comer, que tenía una carta de la radio.

Era exactamente el cinco de febrero de 1948, hacía frío y la humedad calaba los huesos. Las manos me temblaban cuando rasgué el sobre -casi rompo también su contenido- y leí con emoción que al jefe de programas de la emisora le había gustado el guión y que me pusiera en contacto telefónico con él. Aquella tarde no fui a clase y desde un bar al lado de casa, concerté una cita con el señor Martínez Anido, firmante de la carta. Desde ese momento y hasta el lunes después de comer, estuve preso de una ansiedad que me hacía ir de un lado para otro sin rumbo fijo, despertando sospechas entre mis padres que creían estaba enfermo.

Y llegó el gran día. Un chaval de quince años, con pantalón corto y hecho un manojo de nervios, se plantó en la emisora y pidió ver a Ramiro Martínez Anido. El conserje apenas le atendió con un susurro, le indicó que esperase sentado y cuando llevaba olvidado más de una hora, el joven Paco se armó de valor y le enseñó la carta firmada por el Jefe de Programas al empleado que reaccionó con sorpresa y urgencia. Don Ramiro le recibió con incredulidad, extrañado de la madurez literaria del joven que tenía delante de él.
-¿De verdad has escrito tu el guión? -le preguntó con gravedad.
-Sí, señor. Y aquí le traigo otros dos más por si desea echarles un vistazo
-respondió envalentonado mi padre.
-¿Dónde has aprendido a escribir? ¿Qué experiencia tienes en radio?
-En el libro «tu futuro es la radio» y llevo años escuchando emisoras de todo el mundo hasta la madrugada.
El hombre se vio superado por la energía y decisión de su interlocutor y bajó la tensión de la conversación, derivándola a otros aspectos más agradables y menos inquisitivos, de tal manera que pudiera conocer algo más del muchacho. Martínez Anido decidió jugar fuerte y le propuso una prueba de lectura. Para ello, mandó llamar a un locutor, Emilio Díaz, que era por entonces uno de sus ídolos y al que escuchaba todos los días con admiración.
-Hola chaval, -dijo con simpatía para quitarle trascendencia al momento-. Vamos al locutorio a ver si lees tan bien como dices.
Paco leyó la parte del narrador, que era también el protagonista, mientras ambos profesionales se miraban con perplejidad.
-No esta mal -aseguró Emilio Díaz asintiendo con la cabeza-, la verdad es que tienes madera de locutor.
-¿Te atreverías a leerlo en directo? -preguntó el jefe de programas.
-Por supuesto, -contestó con rotundidad Paco Ortiz.
Martínez Anido dejó reposar su mano derecha sobre el hombro izquierdo del chico y le dio la gran noticia:
-El guión me gusta, lo has leído muy bien y valoro tu valentía. El viernes lo emitiremos en el programa «Ondas cortas, variedades de la semana» que comienza a las nueve de la noche. Ven una hora antes.
Y así sucedió. Un siete de febrero de 1948 surcaba las ondas la voz de Paco Ortiz, con tan sólo quince años de edad. Todos los viernes, durante unos meses, tuvo un papel cada vez más importante en el espacio radiofónico. Fue tal su progresión que, al año siguiente, formaba parte del equipo de realización de una emisión de madrugada dedicado a los pescadores, colaborando como locutor antes de ir al Instituto.

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