tag:blogger.com,1999:blog-72759831752291138462024-03-13T00:37:04.537+01:00El libro de "Paco Ortiz"Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.comBlogger37125tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-30723144190593182952011-07-11T14:37:00.000+02:002011-07-12T00:46:22.433+02:00INTRODUCCIÓN<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgI9BaYZRRAIUkEzyTDOwRZPH1HnOjprjzvLnQCLBfGPqBbYgf4NHG5PdnohMOsJaNt2goq8gECTzZMFNpOfwEYYn5eCVuKHCKXUO1dyo1usOxTOOvNuX2HfqUxqYqsP-cgUc8aW1bIKe8/s1600/Foto+1+Introduccio%25CC%2581n.gif" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgI9BaYZRRAIUkEzyTDOwRZPH1HnOjprjzvLnQCLBfGPqBbYgf4NHG5PdnohMOsJaNt2goq8gECTzZMFNpOfwEYYn5eCVuKHCKXUO1dyo1usOxTOOvNuX2HfqUxqYqsP-cgUc8aW1bIKe8/s1600/Foto+1+Introduccio%25CC%2581n.gif" /></a></div><span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Trebuchet MS';"><br />
</span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Trebuchet MS';"><br />
</span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Trebuchet MS';"><br />
</span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Trebuchet MS';"><br />
</span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Trebuchet MS';"><br />
</span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Trebuchet MS';"><br />
</span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Trebuchet MS';"><br />
</span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Trebuchet MS';"><br />
</span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Trebuchet MS';"><br />
</span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Trebuchet MS';"><br />
</span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Trebuchet MS';"><br />
</span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Trebuchet MS';"><br />
</span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Trebuchet MS';"><br />
</span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Trebuchet MS';">Jamás se supera la muerte de una persona cercana porque su historia se detiene mientras tú continúas escribiendo la tuya. La separación es cada vez más dolorosa porque estás acostumbrado a los alejamientos y a los reencuentros, y en esta ocasión no se produce el regreso. Comienzas a asumir la pérdida, a acostumbrarte a su vacío, a seguir viviendo sin ella. Son los peores momentos, cuando dejas ya de llorar y guardas en tu corazón la esencia de quien se ha marchado para siempre.</span><br />
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 52.5pt;"><span lang="ES" style="font-family: 'Trebuchet MS';"> <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES" style="font-family: 'Trebuchet MS';">Me ha costado mucho tiempo decidirme a rehacer este libro, un texto inédito al que le di forma en 1998 cuando mi padre me pidió que escribiera sus memorias. Dos años antes se jubiló por obligación, todavía tenía 63, pero permaneció diariamente en antena para cerrar su medio siglo de radio. Así lo explicaba en la introducción del libro no editado, como justificación de utilizar un biógrafo que contase su historia: <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: 'Trebuchet MS';"><br />
</span><strong><span lang="ES" style="font-family: 'Trebuchet MS'; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Cuando tengo un micrófono delante de mí sé lo que tengo que decir y cómo decirlo. Pero en el momento que me enfrento a un folio en blanco en la máquina de escribir o ante la pantalla grisácea de un ordenador, parece como si se quedara vacía mi mente. Y esta situación se acrecienta cuando tengo que abordar el resumen de cincuenta años de vida en la radio. ¿Qué decir? ¿Qué recordar? ¿Qué contar con amenidad para que el lector pueda sentirse interesado? Han sido dieciocho mil doscientos cincuenta días donde han ocurrido tantas cosas, que se podría escribir un libro con las mismas páginas. He querido que fuera mi hijo, Francisco Ortiz Remacha, quien reflejase esta biografía y le diese forma literaria. Él ha trabajado conmigo durante las dos últimas décadas y conoce mejor que nadie ese tramo de historia compartido. El resto, todo lo anterior, se lo he transmitido de palabra o lo hemos recordado en amenas conversaciones. El pretexto para esta publicación es, simplemente, difundir a quien lo quiera leer, un gran bagaje de curiosidades y anécdotas, a veces poco común en esta maravillosa profesión.</span></strong><strong><span lang="ES" style="font-family: 'Trebuchet MS'; font-weight: normal;"><o:p></o:p></span></strong></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES" style="font-family: 'Trebuchet MS';">Durante meses le escuché, le pregunté, tomé notas y grabé alguna de esas conversaciones. Lamentablemente no recuerdo dónde están las cintas, seguramente las reutilizaría para otras entrevistas, borrando unas palabras que ahora me gustaría volver a escuchar. Pero en esos momentos no pensaba que fueran el testimonio sonoro de su vida. ¿Quién iba a imaginar su muerte prematura? ¿Quién podía suponer que la decisión del entonces nuevo director de Radio Zaragoza, Ángel Tamayo, de prohibirle utilizar los micrófonos de la que fue su emisora durante tantas décadas para «rejuvenecer la antena», precipitaría su enfermedad y su muerte? Arrebatarle el legítimo derecho de comunicarse con los oyentes dejó su vida sin sentido.<br />
<br />
El libro quedó olvidado porque aprovechó las notas para publicar sus memorias en primera persona, quizás por exigencias de los editores, para que tuviera mayor repercusión. Entonces no lo entendí, ahora lo comprendo con la perspectiva del tiempo pasado, pero durante unos meses este trabajo en balde me dolió porque me sentí utilizado y no supo explicarme sus motivos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES" style="font-family: 'Trebuchet MS';">Pero cuando dejó de trabajar le prometí que todos los días le acompañaría un rato, a veces solamente unos minutos, en ocasiones, varias horas. Lo hice mientras trabajaba en su libro, durante los dos años de retirada progresiva del micrófono, cuando no lo tuvo, en el transcurso de su enfermedad y el mismo día que murió. Mi madre tomaba su mano izquierda a un lado de la cama junto a mi hermano Cristian y yo apretaba la derecha en su agonía, un cuarto de hora donde deseaba que muriera para evitarle el sufrimiento al mismo tiempo que esperaba el milagro que le diera unos minutos más de vida.<br />
<br />
Trabajé junto a él veintidós años y permanecí a su lado, a veces sin que ninguno de los dos dijera palabra alguna, seis más. Ahora tengo la oportunidad de recrear su vida completa hasta el final, con detalles postreros que ilustran mucho mejor y con una perspectiva más amplia la personalidad de un solitario e inigualable comunicador que siempre decidió por sí mismo sin admitir imposiciones y que se mantuvo fiel a sus convicciones hasta el final.<br />
<br />
Me siento en la responsabilidad de ser su testigo y de intentar perpetuar su memoria para que no se olvide quién fue y lo que hizo para oyentes conocidos y desconocidos durante varias generaciones.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><br />
</div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-13529931307705006662011-07-10T00:22:00.004+02:002011-07-13T18:29:31.189+02:00CAPÍTULO I. SE APAGÓ COMO UNA VELA<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyBt5xedhps81_tjGVc9CkTkQa0MPXbIHEUMZA6jomwqdYGyPL9b0fVYh85QDTRkVmMdCIL9T2Wvk3NrObKzBvkob1JU90tcbRIIqp-T4eQZHwpkpquVCRpH-GgUs0ca5F4STsYOeefdo/s1600/Foto+2+capi%25CC%2581tulo+1.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyBt5xedhps81_tjGVc9CkTkQa0MPXbIHEUMZA6jomwqdYGyPL9b0fVYh85QDTRkVmMdCIL9T2Wvk3NrObKzBvkob1JU90tcbRIIqp-T4eQZHwpkpquVCRpH-GgUs0ca5F4STsYOeefdo/s400/Foto+2+capi%25CC%2581tulo+1.jpg" width="301" /></a></div><span class="Apple-style-span" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: medium;"><span class="Apple-style-span" style="font-size: 15px;"><br />
</span></span><br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt; font-weight: normal;"><br />
</span></strong><br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt; font-weight: normal;"><br />
</span></strong><br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt; font-weight: normal;"><br />
</span></strong><br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt; font-weight: normal;"><br />
</span></strong><br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt; font-weight: normal;"><br />
</span></strong><br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt; font-weight: normal;"><br />
</span></strong><br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt; font-weight: normal;"><br />
</span></strong><br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt; font-weight: normal;"><br />
</span></strong><br />
<br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Mis precoces comienzos, con quince años de edad en La Coruña, marcaron mi futuro. Fui también precursor de un programa de madrugada, el primero que se realizó en España y que traspasó nuestras fronteras para llegar a todo el continente. Me cupo el honor de radiar tres Campeonatos del Mundo de fútbol y dos Copas de Europa, estar presente en finales internacionales con los mejores clubes nacionales y, sobre todo, ofrecer a los oyentes aragoneses lo mejor del Real Zaragoza en todas sus épocas.</span></strong><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt;"><br />
</span></b><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt; font-weight: normal;">En Radio Zaragoza, subí todos los escalones. De locutor de tercera a director de la filial «Radio Aragón», pasando por jefe de estudios, emisiones y programas. Viajé por pueblos, presenté concursos, inventé programas y conseguí el primer premio Ondas al mejor locutor. Viví entierros como los de José Oto, visitas como las de Juan Pablo II, inauguraciones como las de las torres de Pilar o la Romareda, radié finales como la del Parque de los Príncipes, entrevisté a miles de personas vinculadas a la música, la política o el deporte... Pero más allá de los grandes eventos, lo más importante para mí ha sido poder entrar en el hogar de los oyentes. Ganarme su estima, acompañarles, divertirles y emocionarles.</span></strong><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt;"><br />
</span></b><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Llegué con dieciocho años a Zaragoza, juré bandera en esta ciudad, aquí me casé y aragoneses son mis hijos. Aunque los cantos de sirena me tentaron, no quise marcharme para iniciar nuevas aventuras y doy gracias por taparme a tiempo los oídos. Este pueblo, esta tierra, tira mucho. </span></strong><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt;"><br />
</span></b><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt; font-weight: normal;">A los más jóvenes les tengo que decir que, pesé a los cincuenta años transcurridos, cada día aprendo cosas nuevas. Y también surgen en mi mente distintas formas de hacer radio, más comunicativa, más personal, más íntima, más realista, más acorde con nuestro tiempo.</span></strong><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt;"><br />
</span></b><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Hay quien dice que he sido la voz de Aragón. No lo sé; quizás sea un poco presuntuoso, pero es posible que tengan parte de razón. De todas formas, espero seguir diciendo, durante mucho tiempo: un saludo, amigos, les habla Paco Ortiz.</span></strong><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: 11pt;"></span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">No lo volvió a decir nunca más. Ya no tuvo programas propios y se limitaba a colaborar en los espacios deportivos con sus comentarios, cada vez más breves y menos periódicos porque su tiempo se había acabado. Estaba en los minutos de aumento, como en los partidos de fútbol cuando el cuarto árbitro levanta la tablilla luminosa e indica lo que todavía resta por disputarse. El público comienza a levantarse, se juega de manera horizontal y se espera que el colegiado pite el final con el cansancio a cuestas y sabiendo, en la mayoría de las ocasiones, que el resultado ya no se va a alterar. Y así fue. En su foro interno, al resumir su vida profesional en las líneas anteriormente escritas, estaba diciendo adiós sabedor que ya no iba a marcar ese último gol que tanto le hubiera gustado rematar. </span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Su última intervención en antena se produjo el 18 de abril de 2004, antes del partido que jugó el Real Zaragoza frente al Athletic de Bilbao en San Mamés y que perdió por 4-0. El equipo había ganado un mes antes su sexta Copa en Montjuich frente al Real Madrid pero no tenía segura la permanencia de categoría. Desde que me incorporé a Radio Intereconomía pensé en él para que volviese a la radio y tuviera un aliciente para seguir luchando, pero se encontraba muy débil y no tenía ganas de emprender una nueva aventura.<br />
<br />
Después de insistir mucho, le convencí de volver a la Romareda y de sentarse a mi lado en el pupitre de prensa. Mientras hizo buen tiempo, en septiembre y octubre, me acompañó para comentar las incidencias de un Real Zaragoza degradado en la Segunda División. Entre el frío de otoño y el aburrimiento que producía el pobre juego de la categoría, decidió no volver jamás al campo de fútbol. Ya era mala suerte que reapareciera en una emisora nueva, casi desconocida y con su Real Zaragoza humillado por el fracaso del descenso. <br />
<br />
Pese al ascenso solamente conseguí meses más tarde, que colaborase en directo antes del partido. Se trataba de una crónica sobre lo que él opinaba de lo que podía ocurrir, con un pesimismo que era el reflejo de cómo se encontraba en su interior. Su voz se fue apagando partido a partido hasta hacerse irreconocible y yo sufría cuando creía que no tenía fuerzas para seguir o parecía perder el hilo de su comentario.<br />
<br />
La última vez que acudió al estadio municipal fue antes de la final de Copa de 2004. Heraldo de Aragón publicó un reportaje con varias personas que habían presenciado todas las finales del Real Zaragoza y les convocaron a la Romareda. Yo acompañé a mi padre, ya en condiciones muy precarias, y fui el que «tradujo» sus impresiones a Raúl Lahoz, el periodista que escribió el artículo para que reflejase fielmente sus recuerdos porque esa mañana se encontraba especialmente débil.<br />
<br />
Recuerdo que llegamos, como siempre, antes de la hora fijada y paseamos unos minutos por los exteriores del campo de fútbol hasta que llegaron los demás y entramos al estadio. Estaba ilusionado con la posibilidad de volver a ser noticia y contar sus recuerdos, hablar con la gente y retomar el hilo argumental de su vida: la radio y el Real Zaragoza. No quiso ponerse corbata y prefirió un jersey oscuro de cremallera y cuello alto que conservo en mi casa.<br />
<br />
Fueron varias las fotografías que les hicieron al grupo desde diferentes rincones de La Romareda y terminó muy cansado. Esperó varios días con impaciencia el reportaje y cuando lo vio, se sintió gratificado. Fue la postrera alegría que recibió de los medios de comunicación locales, su última presencia en ellos como historia viva del zaragocismo. La siguiente fue su necrológica, para la que ninguno de los medios locales me preguntó absolutamente nada, ni se puso en contacto conmigo excepto tres o cuatro compañeros a título individual y sin motivaciones periodísticas. En cuanto a las cadenas nacionales, solamente me llamó ese mismo día Josep Pedrerol que, por entonces, dirigía con Joaquín Ramos Marco «En la Banda», de Radio Intereconomía. Realizó un reportaje entrañable y me invitó a participar pero apenas podía hablar y preferí escucharlo mientras me hundía en un mar de lágrimas. </span></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-41889426618758688322011-07-09T13:30:00.003+02:002011-07-13T19:05:36.058+02:00CAPÍTULO II. UNA NIÑEZ DESARRAIGADA<div class="MsoNormal"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-95jDy0ANu17nPRTEpGw4D6J8-pAH2V76Nt6YgyZuctsvnd1b5pPUF6jqj8dp23Y_yOZybtdLAL3esqXR7Dj1jc-umuyAwqUhfc05bpNsBiG66SPmW64YdIwE05QWLi2gtvi-W5Y23GY/s1600/torre+de+hercules.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-95jDy0ANu17nPRTEpGw4D6J8-pAH2V76Nt6YgyZuctsvnd1b5pPUF6jqj8dp23Y_yOZybtdLAL3esqXR7Dj1jc-umuyAwqUhfc05bpNsBiG66SPmW64YdIwE05QWLi2gtvi-W5Y23GY/s400/torre+de+hercules.jpg" width="257" /></a></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">La infancia de una familia desterrada a más de seiscientos kilómetros de su casa por culpa de una guerra civil, no puede ser ni feliz ni entrañable porque el cariño es algo secundario. La supervivencia es lo primero, mezclada con el miedo de que encuentren a tu padre, fugitivo, y la realidad de la cárcel, donde acudes diariamente a llevarle la comida después de prenderle. <b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Lo peor era la espera, el frío, y la mirada de culpabilidad de mi padre cada vez que le entregaba con mis manos temblorosas la escudilla</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt;">. </span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Ese episodio de su vida me lo repitió varias veces los últimos años, siempre de la misma manera y sin más explicación por su parte, que no recordaba apenas nada más de esos oscuros años. </span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Quizás esa cruel realidad produjo muchos silencios que le aislaron y le convierten en un ser más sensible, aunque menos comunicativo. Los largos días de lluvia en Galicia, donde fueron obligados a vivir tras la libertad de mi abuelo y la oscuridad de la noche, le invitaban a escuchar la radio y a dejar volar su imaginación. Así fue como Paco Ortiz encontró en la palabra el camino de su vida, entregándose a una ilusión que le permitía escapar de la monocromática realidad. </span><br />
<span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Tenía diez años y mi diversión favorita era escuchar la radio, una extraña afición que no creo compartiese con otros chavales de mi edad. Quizás por el tono de voz, posiblemente por la lejanía, me apasionaban los programas que se podían captar lejos de España. Desde el barrio coruñés de los Castros, elevado sobre la ciudad vieja y asomado de lejos al mar, era maravilloso poder llegar con la imaginación hasta París, Moscú, Praga o Londres, y oír nuestro idioma. Yo no entendía demasiado los contenidos políticos que allí se vertían, tampoco me importaban, pero me impresionaba que desde lugares tan distantes alguien me estuviera hablando y que eso lo escuchasen miles de personas</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt;">.</span></b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"> </span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Mi padre esperaba la llegada de la noche con ilusión, casi con ansiedad, para recorrer el dial de un extremo a otro. Sin saberlo, iba adquiriendo una terminología y unos conocimientos generales que le servirían de mucho para forjar su personalidad. Era un crío inquieto y descarado, listo pero poco constante en los estudios, ya que las noches las dedicaba a dejarse llevar por las diferentes sintonías. <br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Una clara madrugada de verano, entre el rumor de las olas cercanas y el ronco sonido del motor de los pesqueros que salían a la faena, encontré de repente la BBC. Escuché por primera vez un auténtico programa de radio, apartado de las tendencias políticas del resto de las emisoras que escuchaba habitualmente. El electrizante sonido de los timbales que la Quinta de Beethoven -que era la sintonía de la BBC-, me paralizó. Después sonó una voz profunda que llenó el espacio de la noche: </span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt;">«</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Transmite la BBC desde Londres. Este es el programa Más Allá del Río Amazonas...</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt;">» </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Hasta entonces, solo oía la radio. Desde aquel programa, comencé a amar la radio y descubrí que no se trataba únicamente de una sucesión de largos discursos o noticias de guerra. Ante mis oídos se abrieron las puertas de una producción perfectamente concebida, agradable, instructiva, donde la música comentada y después emitida, llegó a ser más comprensible para mí. Escuché entrevistas, conexiones con distintos países, disfruté de las anécdotas y curiosidades del mundo... Lo que menos me gustaba era que los locutores tenían un pronunciado acento sudamericano, o eran ingleses que hablaban un correcto castellano pero totalmente frío e impersonal</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt;">.</span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">La radio fue su compañía, su Ángel de la Guarda y su obsesión. A ello contribuyó el hecho de que en su casa tuvieran dos aparatos y pudiera experimentar con uno u otro, al margen de lo que escuchasen sus padres, cosas menos interesantes para un muchacho fascinado por el conocimiento que le proporcionaba pegar la oreja al altavoz. <br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El del salón me parecía enorme y estaba allí desde siempre. Tenía una antena similar a un muelle que iba de lado a lado del techo y otra, en forma de hilo, que se perdía bajo la mesa camilla. Contenía unas grandes lámparas que se fundían en los momentos más emocionantes de «El teatro en el aire», con el repetido enfado de mi padre, que golpeaba con violencia el aparato sin conseguir que volviese a sonar esa tarde. El otro era más moderno y lo habíamos comprado de estraperlo por un buen precio, unas mil pesetas. Estos llegaban camuflados en el trasatlántico «La Reina del Pacífico» que, por ser inglés, no atracaba en el puerto y fondeaba en la bocana de la bahía coruñesa. Me empeñé de tal manera, con tanta insistencia en instalarlo en mi cuarto, que mis padres no tuvieron más remedio que acceder a comprármelo</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt;">.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"> </span></b><br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"><br />
</span></b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Tener dos aparatos de radio en casa significaba cierto prestigio social, ya que los vecinos se reunían con un respeto imponente en el domicilio del afortunado para escuchar lo que salía de aquel enorme cajón, de presencia cuidada y hasta lujosa, pero con muchas dificultades de sonido a causa de los problemas de suministro de energía eléctrica que había por entonces. En las ciudades, pese a todo, se podía acceder a ellos, pero en la mayoría de los pueblos era imposible su adquisición. Y no por circunstancias económicas solamente, sino porque no había llegado la electricidad al medio rural.</span></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-5857552438243357562011-07-08T13:40:00.001+02:002011-07-13T18:38:02.732+02:00CAPÍTULO III. POR FIN CONOCE LA RADIO<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhkg0KyVu2o9_o_mWcpHV8Hcebd6KqauAJc1a8h5qNBmCMJpk0VX6rOXAgQ-6KDykW82HnVNYTE1NlVSQ3bdHBhfjK24cE5fJdxaQ6q-iL2rse30gsWLibOcpWZD5L_qeVYBeiYdMyrzZs/s1600/RADIO+ANTIGUA.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhkg0KyVu2o9_o_mWcpHV8Hcebd6KqauAJc1a8h5qNBmCMJpk0VX6rOXAgQ-6KDykW82HnVNYTE1NlVSQ3bdHBhfjK24cE5fJdxaQ6q-iL2rse30gsWLibOcpWZD5L_qeVYBeiYdMyrzZs/s400/RADIO+ANTIGUA.jpg" width="400" /></a></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Su primer contacto con la radio se produjo de manera accidental, gracias a un cambio de itinerario en su rutina diaria y a la lectura de un libro. <br />
</span><br />
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Como las matemáticas no eran mi fuerte, recibía clases particulares en el domicilio de un profesor que vivía en la plaza de María Pita. Siempre atravesaba la calle Real para acudir a la cita, pero unas obras me obligaron a cambiar la ruta habitual y desviarme por otro lado. Como iba bien de tiempo me distraía mirando escaparates y en uno de ellos aparecía estratégicamente colocado un libro titulado «tu futuro es la radio». Me costó lo mío reunir las dieciocho pesetas que valía, pero no cejé en mi empeño hasta comprarlo y devorarlo de una sentada.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></b></div><div class="MsoNormal"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"><br />
</span></b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">La semilla plantada y que germinaba con la escucha nocturna de las ondas, brotó definitivamente con la lectura de sus páginas. Aprendió los fundamentos básicos de la radio, su historia, la confección de guiones, la manera de escribir las noticias y consejos para su lectura. Se animó, olvidó las matemáticas (nunca pudo con Cabrerizo, su más odiado profesor) y se zambulló en la aventura de escribir su primer guión, que tituló «El hijo del Tuareg». Metió el original en un sobre y lo envió después de muchas dudas al director de Radio Nacional en La Coruña. Aunque apenas tenía esperanzas de recibir contestación alguna y llegó a arrepentirse por su osadía, le dio un vuelco el corazón cuando su madre le comentó de pasada días después, antes de comer, que tenía una carta de la radio.<b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"> </span></b><b><br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></b></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Era exactamente el cinco de febrero de 1948, hacía frío y la humedad calaba los huesos. Las manos me temblaban cuando rasgué el sobre -casi rompo también su contenido- y leí con emoción que al jefe de programas de la emisora le había gustado el guión y que me pusiera en contacto telefónico con él. Aquella tarde no fui a clase y desde un bar al lado de casa, concerté una cita con el señor Martínez Anido, firmante de la carta. Desde ese momento y hasta el lunes después de comer, estuve preso de una ansiedad que me hacía ir de un lado para otro sin rumbo fijo, despertando sospechas entre mis padres que creían estaba enfermo</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt;">.</span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Y llegó el gran día. Un chaval de quince años, con pantalón corto y hecho un manojo de nervios, se plantó en la emisora y pidió ver a Ramiro Martínez Anido. El conserje apenas le atendió con un susurro, le indicó que esperase sentado y cuando llevaba olvidado más de una hora, el joven Paco se armó de valor y le enseñó la carta firmada por el Jefe de Programas al empleado que reaccionó con sorpresa y urgencia. Don Ramiro le recibió con incredulidad, extrañado de la madurez literaria del joven que tenía delante de él.<br />
-¿De verdad has escrito tu el guión? -le preguntó con gravedad.<br />
-Sí, señor. Y aquí le traigo otros dos más por si desea echarles un vistazo </span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">-respondió envalentonado mi padre.<br />
-¿Dónde has aprendido a escribir? ¿Qué experiencia tienes en radio?<br />
-En el libro «tu futuro es la radio» y llevo años escuchando emisoras de todo el mundo hasta la madrugada.<br />
El hombre se vio superado por la energía y decisión de su interlocutor y bajó la tensión de la conversación, derivándola a otros aspectos más agradables y menos inquisitivos, de tal manera que pudiera conocer algo más del muchacho. Martínez Anido decidió jugar fuerte y le propuso una prueba de lectura. Para ello, mandó llamar a un locutor, Emilio Díaz, que era por entonces uno de sus ídolos y al que escuchaba todos los días con admiración.<br />
-Hola chaval, -dijo con simpatía para quitarle trascendencia al momento-. Vamos al locutorio a ver si lees tan bien como dices.<br />
Paco leyó la parte del narrador, que era también el protagonista, mientras ambos profesionales se miraban con perplejidad.<br />
-No esta mal -aseguró Emilio Díaz asintiendo con la cabeza-, la verdad es que tienes madera de locutor.<br />
-¿Te atreverías a leerlo en directo? -preguntó el jefe de programas.<br />
-Por supuesto, -contestó con rotundidad Paco Ortiz.<br />
Martínez Anido dejó reposar su mano derecha sobre el hombro izquierdo del chico y le dio la gran noticia:<br />
-El guión me gusta, lo has leído muy bien y valoro tu valentía. El viernes lo emitiremos en el programa «Ondas cortas, variedades de la semana» que comienza a las nueve de la noche. Ven una hora antes.<br />
Y así sucedió. Un siete de febrero de 1948 surcaba las ondas la voz de Paco Ortiz, con tan sólo quince años de edad. Todos los viernes, durante unos meses, tuvo un papel cada vez más importante en el espacio radiofónico. Fue tal su progresión que, al año siguiente, formaba parte del equipo de realización de una emisión de madrugada dedicado a los pescadores, colaborando como locutor antes de ir al Instituto.</span></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-17434493028905127142011-07-07T13:44:00.002+02:002011-07-12T13:49:59.016+02:00CAPÍTULO IV. UNA DECISIÓN CLAVE EN SU VIDA<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_zhe-AX8mHyk4r-6Ils-LBwzugiX5B_AAX4LmLbkM3f6YInw90VH6jjdUNK3vkUoH7Bpzzm5eQfUn7VKeBMEEMoPfKmnCC8CVVb-u_ODUDU7MaXaMa1mHw3HdesYwtQiWu1isL3FCp-g/s1600/Foto+3+cap%25C3%25ADtulo+IV.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_zhe-AX8mHyk4r-6Ils-LBwzugiX5B_AAX4LmLbkM3f6YInw90VH6jjdUNK3vkUoH7Bpzzm5eQfUn7VKeBMEEMoPfKmnCC8CVVb-u_ODUDU7MaXaMa1mHw3HdesYwtQiWu1isL3FCp-g/s320/Foto+3+cap%25C3%25ADtulo+IV.jpg" width="210" /></a></div><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">El pájaro volaba del nido y era imposible cortarle las alas. La Coruña se le quedaba pequeña y eso de ganarse la vida como bodeguero no estaba hecho para él. Ser el aprendiz de su intransigente padre, vivir la monotonía de una familia tradicional, le consumían. Su amigo Enrique Marentes, su mayor apoyo en los años de adolescencia y compañero de travesuras, le animó a dar el salto. Las disputas familiares fueron continuas y de gran intensidad, ya que sus padres esperaban que el joven Paco se encargara del negocio paterno una vez terminase el bachiller. Su hermano Alfonso, cuatro años mayor que él, no podía ser el sucesor porque estudiaba en el Seminario y se dedicaría al sacerdocio; Don Francisco y Doña Carmen habían luchado mucho por hacerse un hueco en la sociedad de una ciudad provinciana y conservadora como la Coruña y era un severo contratiempo que su hijo fuera a dedicarse al «mundo del espectáculo». Pero nada le hizo detenerse, ni el disgusto de su madre, ni abandonar el mar que le tenía subyugado, ni el vértigo que suponía afrontar unos estudios en la capital alrededor de las grandes voces de la radio española. <br />
<br />
</span><br />
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">La idea de no volver a ver el mar era lo único que me disuadía de marcharme de mi casa. Ni las lágrimas de mi madre, ni las advertencias de mi padre, ni mis amigos de correrías, suponían un obstáculo para zambullirme en el mundo de la radio. Quería aprender lo que ya no podía encontrar en una modesta emisora tan rígida como mi familia, sin posibilidades de crecer. Madrid era mi futuro, el paso previo a cualquier cosa que pensara hacer en mi vida. Pero también soñaba con enrolarme en un barco, en ver el mundo, tener una novia en cada puerto... Quise ser capitán mercante pero las matemáticas se habían convertido en un enemigo insuperable, y mientras me dolía la cabeza pensando en despejar incógnitas y en álgebra, los guiones radiofónicos surgían con facilidad de mi mente y las frases hermosas brotaban de mi boca. Me gustaba la música, hablar sobre ella, sobre sus compositores e intérpretes, soñar mientras sonaba en la radio</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;">.</span></b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Lo supo años más tarde, pero su padre le pidió en secreto a su familia de Madrid que le acogiese en su casa y le tratase lo mejor posible, aportando incluso una cantidad para sus gastos. Nunca le dio su aprobación pero siguió de cerca sus progresos y seguramente se sentiría orgulloso de su hijo al que transmitió sus genes rebeldes y contestatarios.<br />
<br />
En el Instituto de Radio y Televisión coincidió con personajes que también se formaban en esa formidable escuela de profesionales, como Jesús Álvarez, Daniel Vindel o José Luis Pécquer, unos años mayores que él y precursores de lo que más tarde sería Televisión Española. Fue un tiempo de maduración, de aprendizaje, que concluyó con su diploma bajo el brazo y una mejora de las relaciones con sus padres, que ya daban por hecho su adiós definitivo. De hecho, tras la muerte de su padre, en 1957, Doña Carmen se trasladó a vivir a Zaragoza y su hermano Alfonso, ya sacerdote, fue rector del seminario y posteriormente el bibliotecario del Centro, después de pasar unos años en Roma.</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Pero no adelantemos acontecimientos. De vuelta a La Coruña después de tres cursos en Madrid, se le hacía muy cuesta arriba permanecer con sus padres, aunque fuera de vacaciones. Se aburría mucho y se le ocurrió enviar cartas a las emisoras más importantes del país pidiendo trabajo, sin importarle el destino, porque deseaba iniciar una vida nueva con dieciocho años que le llevase al éxito. A los pocos días recibió respuesta desde Zaragoza donde le invitaban a realizar una prueba. No lo dudó ni un instante; hizo las maletas, tomó un tren y se dirigió con excitación al lugar donde pasaría el resto de su vida.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Al principio me decepcionó la ciudad. Llegué un caluroso día de julio del año 1951 y estuve tentado de volverme en el siguiente tren. Me planté en la antigua estación del Norte a las nueve -todavía de día-, después de veinte horas de viaje en segunda clase a bordo del «Shangay», horrorizado ante la fealdad del vetusto y destartalado edificio ferroviario, que nada tenia que ver con el de la coqueta estación de La Coruña. No tuve que preguntar por la plaza del Pilar ya que desde allí se veían las dos torres de la Basílica, mucho menos hermosa que ahora. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El trayecto me parecía corto y tenía ganas de caminar, pero a medida que el tiempo transcurría la maleta se me hacía más pesada y daba la sensación que no llegaba nunca a mi destino. Cuando alcancé el Puente de Piedra, después de atravesar campos y huertas, contemplé el Ebro y se me antojó menos caudaloso de lo que creía, sobre todo comparándolo con las enormes e interminables rías gallegas. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Por fin llegué al otro lado, donde me desconcertó por su majestuosidad la Torre de la Seo, que era una larga mancha oscura sobre la claridad de la incipiente noche. Pregunté por la Hospedería del Pilar, algo inquieto por la soledad de la plaza y el aspecto de las casas de la zona. Tras un caserón grande (que resultó ser la Lonja), se adivinaban una obras importantes en un descampado (la construcción del nuevo ayuntamiento), más allá el Pilar y, por fin, el hostal que iba a servir para descansar entre sobresaltos durante mi primera noche en Zaragoza</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;">.</span></b></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-55139871328753501082011-07-06T13:50:00.006+02:002011-07-12T13:57:07.303+02:00CAPÍTULO V. SU INCORPORACIÓN A RADIO ZARAGOZA<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGmDhm-i3tHQusbaMX-r37_KEqTCUSxL7owds5ozKACTXwwV5cFsSwGsMW7MMmKCk_XG1KXXyLTF4s2d6x4iX9vUodnARhAIOmOasCP1VWjRU7rK5l2VR3UKVJ98rIyQtf1CLeETm9HRw/s1600/Foto+4+cap%25C3%25ADtulo+VI.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="261" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGmDhm-i3tHQusbaMX-r37_KEqTCUSxL7owds5ozKACTXwwV5cFsSwGsMW7MMmKCk_XG1KXXyLTF4s2d6x4iX9vUodnARhAIOmOasCP1VWjRU7rK5l2VR3UKVJ98rIyQtf1CLeETm9HRw/s320/Foto+4+cap%25C3%25ADtulo+VI.jpg" width="320" /></a></div><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Sólo durmió unas horas aunque el apetitoso desayuno servido por una de las amables monjas de la Hospedería le devolvió el color. Preguntó por la calle Almagro, donde le esperaba el jefe de programas de la radio a las once de la mañana, y le indicó que no tenía pérdida aunque debía atravesar gran parte de la ciudad. Por entonces Zaragoza tenía unos doscientos mil habitantes, </span><br />
<div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">un parque automovilístico reducido, no se habían acometido los grandes ensanches y se vivía un ambiente provinciano. El tiempo parecía detenido, </span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">no existía la prisa de Madrid ni su agitada vida cultural y política, pero la dimensión de la ciudad era superior a La Coruña, prácticamente aislada entonces del resto de España y con una clara vocación hacia Iberoamérica.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El calor no era tan pegajoso y la mañana se despertaba alegre. La calle Alfonso me pareció bonita, la concentración de tranvías en la Plaza de España, curiosa y el Paseo de la Independencia, muy acogedor. Al fondo contemplé con admiración el singular edificio de la Facultad de Medicina y, poco más tarde, llegue a una calle corta, estrecha y con pocos árboles, al final del Paseo de Pamplona. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">No fue fácil encontrar los estudios ya que no había letrero alguno que lo indicase. Por fin, imaginé que estaban tras una puerta alta y acristalada. El vestíbulo del conserje era muy pequeño, lo crucé después de presentarme y se abrió ante mí un larguísimo pasillo pintado de verde oscuro, con desconchones, que terminaba en una amplia sala con piso de madera. A un lado y otro, dos pequeñas habitaciones albergaban lo que debía ser la discoteca y la redacción, con un par de máquinas de escribir muy antiguas. El locutorio era pequeño, con unas gruesas cortinas para amortiguar el rebote del sonido, y el control tenía mejor aspecto, dado que los elementos técnicos parecían modernos y en buen estado. En la sala grande, al final del recorrido, destacaba entre la soledad de la pieza un enorme piano de cola donde se suponía se interpretaban obras en directo.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"> </span></b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"><br />
<br />
</span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Entró al despacho del jefe de programas que se le ofrecía como de otro mundo, con una gran mesa antigua y unos sillones «cardenalicios». La primera impresión que recibió fue desalentadora, pero su ilusión por trabajar en la radio era capaz de animar su espíritu subyugado. La voz de don José Perlado era suave y su mirada parecía escudriñar su interior, aunque no se sintió agredido en el interrogatorio. Quedaron de acuerdo en que se iba a incorporar durante un tiempo a prueba y disminuyó la crispación inicial.<br />
-¿Qué le parecen los estudios? -preguntó Perlado.<br />
-El centro emisor debe ser muy bueno. Desde La Coruña se escucha sin dificultades Radio Zaragoza -respondió «a la gallega» el aspirante a locutor, sin expresar su inquietud por las instalaciones. <br />
El jefe de programas salió un momento de su despacho tras una breve y superficial charla, con la excusa de dar un par de órdenes. Desde la solemne habitación escuchaba el sonido de una máquina de escribir y un murmullo difícilmente inteligible. <br />
A los cinco minutos volvió Perlado. -Nos espera el director de la emisora en las oficinas de la plaza de España. Están cerca de aquí. Si le parece, nos ponemos en camino.<br />
<br />
Durante el paseo hablaron de la radio y de su juventud, que podría complicar su contratación, ya que esperaban un profesional de mayor experiencia. Paco Ortiz se mostró algo ofendido y respondió con inmodestia.<br />
-Pues ya ve. Tengo dieciocho años pero llevo tres vinculado a este mundo. Empecé en Radio Nacional de La Coruña y traigo un diploma de sobresaliente de la Escuela de Radio del SEU, por si eso sirve de algo... <br />
Don José le escuchaba con paciencia. Hablaba con delicadeza y su tono era amable, con la intención de aplacar el nerviosismo y la agresividad del joven aspirante. Ya en el paseo de la Independencia le sugirió que tomasen un café. Aunque no le apetecía en absoluto realizar una parada antes de hablar con el director, accedió de buen grado simplemente por no contrariar a su posible jefe.<br />
-Vamos a entrar aquí. Te gustará el lugar. Se llama «Ambos Mundos». Lo usamos a veces para retransmitir conciertos en directo. Dicen que es el café más grande de España.</span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"><br />
Perlado notó su asombro al entrar en el local y sonrió. Se lo estaba ganando con la naturalidad de un hombre acostumbrado a mandar desde la inteligencia y la bondad. Totalmente entregado, la negociación con Ángel Bayod, entonces director de la emisora, fue sencilla. Querían un locutor todo terreno y que tuviera conocimientos futbolísticos, ya que el Real Zaragoza había ascendido a Primera División y la emisora deseaba potenciar la audiencia deportiva. Las condiciones económicas eran lo de menos, pero le pareció bien cobrar las dos mil pesetas mensuales propuestas. </span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Después de comer, con la excitación propia de estar a punto de conseguir su primer trabajo, volvió a los estudios. Allí conoció a López Soba -uno de los mas grandes comunicadores del momento-, a Alfonso Herrero -el jefe de personal- y a Ramón Salanova, que terminaría ocupando el cargo de redactor-jefe de la emisora. Ambos fueron entrañables con un chaval solitario y que, pese a su aspecto vanidoso deseaba el cariño y la comprensión de quienes tenía alrededor. Realizó una prueba de lectura que resultó satisfactoria y aportó sus ideas innovadoras sobre la radio, con proyectos que había madurado en sus postreras semanas de estancia en Madrid, embebido de las últimas corrientes profesionales de los jóvenes radiofonistas recién salidos del Instituto. La sintonía entre una radio en transformación, pero anclada por edad en la década de los cuarenta, y la fuerza de un joven ambicioso con deseos de triunfar, motivó que sus dirigentes apostasen por el cambio y se planteasen incluso el traslado de los estudios tres años mas tarde.</span></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-4073295346491490702011-07-05T13:58:00.002+02:002011-07-12T14:10:53.563+02:00CAPÍTULO VI. UNA CIUDAD QUE LE ACOGIÓ PARA SIEMPRE<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4bu4uT49P3_j7uoo3Yc8LLloSsCW-W3hZwb4E4n-lUdMBZY3VC_9qsVL7vsb4BiXIDeA4PxlcSEKEpqdUELvIUhumclfSJQmMTtfAlqhiibXaHlOcfiOP30B7MOkfQsVBo3lKwxTAnlk/s1600/Foto+5+Cap%25C3%25ADtulo+6.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4bu4uT49P3_j7uoo3Yc8LLloSsCW-W3hZwb4E4n-lUdMBZY3VC_9qsVL7vsb4BiXIDeA4PxlcSEKEpqdUELvIUhumclfSJQmMTtfAlqhiibXaHlOcfiOP30B7MOkfQsVBo3lKwxTAnlk/s320/Foto+5+Cap%25C3%25ADtulo+6.jpg" width="236" /></a><a class="htmlTab" href="javascript:void(0)"> </a></div><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Pasado el verano, cuando se incorporó definitivamente a Radio Zaragoza, compartió el vértigo de sus comienzos con otros nuevos valores que constituirían el germen de la explosión de Radio Zaragoza. Locutores como Joaquín Melic, Conchita Carrillo o Pilarín Lapeña, periodistas como José María Ferrer «Gustavo Adolfo» o expertos en música clásica y teatro como Manolo Serrano, completaron una magnífica plantilla junto al ya mencionado López Soba o a la excelente maestra de dicción que fue Pilar Ibáñez, emblema de la emisora durante décadas.<br />
<br />
</span><br />
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Hasta pasadas las fiestas del Pilar, estuve a prueba y manifesté mi intención de hacer algo más que leer crónicas de fútbol. Presenté guiones musicales a la dirección y me atreví incluso a realizar entrevistas y concursos publicitarios. En aquella época Radio Zaragoza abría sus emisiones a las doce del mediodía con las campanadas del Pilar y la jaculatoria mariana. Cerraba después del «parte», a las tres de la tarde, y reaparecía entre las ocho y las doce de la noche. Los grandes conciertos, los discos dedicados, los seriales radiofónicos, las «ondas infantiles» y breves noticias de sociedad, componían la totalidad de la programación, salpicada de «guías comerciales», que eran las inserciones publicitarias de entonces</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;">. </span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Paco Ortiz vio la posibilidad de agilizar estos espacios y comenzó a crear alternativas novedosas para los habituales oyentes de la emisora, que pronto quedaron maravillados de su imaginación y arrogancia. Así nacieron «la alfombra mágica», «el duende de la discoteca», «pasarela luminosa», o «el doctor Tagore y su horóscopo», que aportaban una mayor frescura a la radio y la posibilidad de participación de los oyentes a través de los concursos, que se entregaron al nuevo estilo de Radio Zaragoza. Su dedicación fue recompensada por la dirección, que le incorporó a la plantilla como locutor de tercera en 1952.</span><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Uno más en la familia de la radio, plenamente integrado y con un futuro prometedor, le propusieron realizar el servicio militar como voluntario para no paralizar su actividad profesional y continuar con su trabajo en la emisora. Asumió el consejo -que fue más una orden- e ingresó en el Ejército del Aire el 1 de septiembre de 1954. En la Escuadrilla de Protección Aérea de Sanjurjo realizó el periodo de instrucción, coincidiendo con la célebre pareja taurina «Aparicio» y «El Litri», a los que no vieron los reclutas de su reemplazo hasta el mismo día de la Jura de Bandera. Fue destinado a la Plana de Mando, en la calle Mefisto, en la esquina de la entonces plaza de José Antonio, de donde marchaba a la radio sobre las dos de la tarde para cumplir con su turno de trabajo. <br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Solamente tuve un percance serio en mi vida militar y que me costó un mes de calabozo. Presentaba en el Teatro Principal un acto organizado por el Ayuntamiento y para el que pidió mi presencia el mismísimo alcalde Gómez Laguna. Como de costumbre, este acontecimiento social era retransmitido en directo y terminaba sobre la medianoche. Concluído con éxito, tomábamos un refrigerio en una sala contigua al escenario y, cuál no sería mi sorpresa, cuando me comunicaron que había una pareja de la Policía de Aviación en la puerta esperándome para arrestarme. Se supone que alguien daría el chivatazo y me «pescaron» fuera del cuartel pasada la hora de retreta y luciendo un impecable smoking, con el que me detuvieron tras un leve forcejeo. Dijeron que había golpeado a uno de los policías, pero tuve la mala suerte de rozarle el ojo cuando intentaba quitarle sus manos de encima</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;">.</span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">En esos momentos también supo disfrutar de la vida, ya que mandaba traer del restaurante «El Mesón del Carmen» su comida diaria. Acudía a misa los domingos escoltado por la policía militar y causaba sensación su aspecto robusto, con la cabeza rapada, entre los soldados y familiares que acudían al acto religioso. Allí sufrió su primera intervención quirúrgica, ya que le fue extirpada una uña infectada de un pisotón. «El dolor anestesia», así le respondió el médico momentos antes de arrancársela con unas tenazas y después de preguntarle ingenuamente qué tipo de calmante le iba a administrar...<br />
<br />
Poco tiempo más tarde, ya licenciado, tuvo la oportunidad de codearse con los mandos gracias a un reportaje realizado en la Academia General Militar. Llegó a grabar los actos más destacados de la Jura de Bandera de los cadetes que por entonces suponía una importancia capital en la vida social zaragozana. Aunque jamás ha tenido el menor interés por lo castrense (y menos después de sus largos días de calabozo), debió hacerlo muy bien porque al día siguiente era ascendido a locutor de primera. Su liderazgo era ya tan innegable como la propia evolución de la radio en esos años. La ciudad necesitaba una opción más variada, de más alta tecnología y demandaba el cambio. Se extendía la venta de aparatos, menos costosos y de dimensiones más reducidas, y comenzaba a exportarse la radio «cara al público», que tanto éxito tuvo a finales de los cincuenta y en los años sesenta.</span></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-74096130433956777712011-07-04T14:08:00.000+02:002011-07-12T14:09:11.415+02:00CAPÍTULO VII. LOS MAGNETOFONES DE HILO<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqfiNGnK7OhStAKmIMUQsg2ZB6Cg6ABinnsCT7jUDd-kNU6SXiqjEyWbAV6t3o2n3kYBvkP978d0XQ3co4TuNJVlAWA0Grz1PaNSc0N0vtvP3N761Uo3IUUWl1Gck9PqnnPkTCK4A-nLo/s1600/Foto+6+cap%25C3%25ADtulo+VIII.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="217" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqfiNGnK7OhStAKmIMUQsg2ZB6Cg6ABinnsCT7jUDd-kNU6SXiqjEyWbAV6t3o2n3kYBvkP978d0XQ3co4TuNJVlAWA0Grz1PaNSc0N0vtvP3N761Uo3IUUWl1Gck9PqnnPkTCK4A-nLo/s320/Foto+6+cap%25C3%25ADtulo+VIII.jpg" width="320" /></a></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Hasta principios de los años cincuenta no tuvimos posibilidad de realizar ningún tipo grabaciones, pero tampoco las echábamos de menos porque no conocíamos los magnetofones. Cuando ahora usamos alguno tan pequeño como un paquete de cigarrillos, con una calidad de sonido rayana en la perfección y con una gran autonomía de grabación, pienso con nostalgia la cantidad de cosas que hubiera podido hacer en mis primeros años de radio. Los jóvenes profesionales no pueden llegar a comprender la maravilla que tienen en sus manos, lo sencillo que les resulta recoger testimonios sonoros tan útiles en la precipitada radio del nuevo milenio.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"><br />
<br />
</span></b></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">El magnetofón en cuestión pesaba más de veinte kilos y necesitaba una fuente de alimentación eléctrica, porque entonces no existían las baterías tal y como las conocemos actualmente. En consecuencia, el técnico y el locutor tenían que cargar además con cincuenta metros largos de cable para enchufarlo a la corriente. El problema era a veces la humedad, porque los «calambres» les ponían los pelos de punta cuando tomaban en sus manos el metálico micrófono.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Al peso físico del magnetofón había que añadirle el de la preocupación. Teníamos que llevar un carrete vacío del tamaño de una cinta de máquina de escribir y otro carrete donde estaba bobinado el hilo, unos cuatrocientos metros de acero delgadísimo. Las dificultades comenzaban cuando había que buscar el comienzo del hilo y, como sucede con las agujas de coser, introducirlo en un minúsculo agujero. Luego, pasarlo entre tres poleas y engancharlo en el carrete vacío, instalado encima de un motor para que tirase del otro, con hilo de acero. Después de toda esta operación, comenzábamos a grabar. Para colmo, el micrófono estaba unido al aparato con un cable muy corto de manera que el campo de acción para realizar las entrevistas era realmente limitado.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"><br />
<br />
</span></b></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">En la mayoría de los casos el hilo terminaba rompiéndose, con el consiguiente disgusto de todos. Había únicamente dos soluciones al problema: si ocurría al comienzo de la grabación se repetía el rito del hilo, las poleas y el carrete vacío. Si la entrevista o el reportaje estaba ya muy avanzada, se tenían que anudar los dos cabos con sumo cuidado. ¿Han probado en alguna ocasión hacer un nudo con dos trozos de hilo de acero? No les aconsejo que lo intenten.<br />
<br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Ahora sonrío recordando algunas imágenes ciertamente cómicas, de vuelta a los estudios, cuando reproducíamos la grabación. Una vez superado el numerito de la entrevista, nuestro temor se prolongaba hasta el mismo momento de su puesta en antena. No podíamos apartar ni un solo instante la mirada del carrete mientras las manos del técnico estaban sobre el aparato con la misma atención que las de un cirujano en una delicada operación. La tensión se palpaba en el ambiente, allí no hablaba nadie hasta que terminaba sin incidencias la entrevista.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">En ocasiones no había tanta suerte y el hilo se partía. Entonces, con una gran pericia, el técnico debía tomar entre sus dedos la punta de uno de los tramos -el que aún pasaba entre los rodillos- y seguir tirando de él, pausada y rítmicamente, ya que si no se mantenía la tensión en el otro carrete, la máquina se paraba automáticamente.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"><br />
</span><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Lo peor de todo esto era si el desastre ocurría al poco tiempo de su emisión, porque el técnico tenía que pasarse diez o quince minutos tirando de un hilo que se iba enredando entre sus pies, que se acumulaba en el suelo, que serpenteaba como una excitada cobra. El colofón lo ponía la desagradable tarea de enrollarlo en el carrete con una paciencia digna del mismísimo Job.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"><br />
<br />
</span></b></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Por eso, cuando el director les decía: “chicos; hoy, grabación”, a los desafortunados que les correspondía el servicio pensaban: “hoy, maldición”.<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"> </span></b>La llegada del magnetofón de cinta fue un alivio, puesto que si se rompía la cinta se pegaba fácilmente con un adhesivo especial. Aún así, esas primeras máquinas no tenían autonomía e iban provistas de un cable y un enchufe para la corriente, lo que impedía la comodidad de las entrevistas. <br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Mi primera grabadora portátil a pilas me la entregaron a principios de los setenta, pero como las instrucciones venían en alemán tuve que aprender a usarla sobre la marcha, a puro de probatinas. No sabía calcular el tiempo de vida de las baterías y era común que se agotasen, sin previo aviso, a la hora de reproducirlas. Las voces iban adquiriendo un tono grave, cada vez más lento, hasta derivar en unos sonidos cerdunos imposibles de emitir, con las carcajadas de los oyentes y el cabreo del entrevistado ante el ridículo que estaba haciendo en antena. De todas formas, aunque se ha ganado en tecnología, nunca podré olvidar las emociones (y las garrampas) de aquellos viejos magnetofones. ¡Aquello sí que era vivir la radio con toda intensidad!</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-75165476298276988002011-07-03T14:11:00.003+02:002011-07-12T14:17:59.247+02:00CAPÍTULO VIII. EL PRIMER DISCO MODERNO<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDs65xoC-hWOghG68sjpgARgqkws35-3_chB6eZKpAvAp_40gmi_eBfDwYOfY0lDWwBBOgM32Bom1EQIJU_inxafaErp85cP-dIHumopmIAL5Psb3V8wocE05vheVOQ7I9lIsOHBv1PCA/s1600/Foto+9+cap%25C3%25ADtulo+XI.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="256" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDs65xoC-hWOghG68sjpgARgqkws35-3_chB6eZKpAvAp_40gmi_eBfDwYOfY0lDWwBBOgM32Bom1EQIJU_inxafaErp85cP-dIHumopmIAL5Psb3V8wocE05vheVOQ7I9lIsOHBv1PCA/s400/Foto+9+cap%25C3%25ADtulo+XI.jpg" width="400" /></a></div><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Volver la vista atrás y recordar los antiguos discos de piedra o los pesados magnetofones de hilo, significa dar un paseo por el túnel del tiempo que para muchos de los lectores será un auténtico descubrimiento y les provocará curiosidad y extrañeza. <br />
<br />
</span><br />
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Cuando llegué a Zaragoza ya conocía los discos de piedra, que era así como les llamábamos. Debíamos tener un gran cuidado con ellos ya que al menor golpe se partían. También había que cambiar de aguja el tocadiscos, un auténtico estilete de acero que solamente servía para una radiación. Si el técnico no se acordaba de sustituirla, a mitad del siguiente disco la aguja estaba prácticamente roma y el sonido que salía a antena, insoportable. Eso cuando no se enganchaba en el surco y se repetía un tramo del disco, algo cómico para los oyentes y que se solía solucionar con un golpecito al brazo del tocadiscos. Lo que ocurre es que, algunas veces, el sincronizador no se encontraba en el estudio y la incidencia pasaba de graciosa a pesada.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"><br />
<br />
</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">La llegada del primer microsurco fue todo un acontecimiento. Por aquel entonces, Paco Ortiz realizaba tres o cuatro programas musicales y la utilización del invento le permitió mejorar la calidad de la puesta en antena y darle alas a su imaginación.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Sucedió cuando todavía estábamos en la calle Almagro. El director, Ángel Bayod, traía un bulto en sus manos y lo depositó como algo misterioso encima de la mesa. Allí estábamos técnicos y locutores esperando con ansiedad que descubriese el objeto que con tanto cuidado había transportado. Desenvolvió el paquete con sumo cuidado y apareció ante nuestros abiertos ojos una lámina circular negra con un pequeño agujero en el centro. Bayod la dejó sobre la tapizada mesa de la discoteca y comentó con aire severo que el mundo de la radio había cambiado y que desde ese momento sustituiríamos los discos de piedra por los microsurco. Lo tomé con las yemas de mis dedos con muchísimo cuidado, aunque el director nos había asegurado que era muy difícil que se rompieran, y lo volví a dejar sobre la mesa después de leer el título de la interpretación.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"><br />
<br />
</span></b></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">El primero que apareció en Radio Zaragoza y que él deseaba radiar con urgencia era la «Suite del Gran Cañón» de Grofé. La duración de la pieza era de veintiocho minutos, a 33 revoluciones, e interpretada por la Orquesta Sinfónica de Nueva York. Un auténtico lujo al alcance de sus manos y que ya había tenido oportunidad de escuchar a través de Radio Nacional de España en sus espacios dedicados a grandes conciertos.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Me parecía imposible que media hora de música pudiera incluirse en un solo disco, porque traducido a piedra eran cinco por las dos caras. Nos dijo don Ángel que se podían radiar hasta cincuenta de ellos sin cambiar de aguja. El problema era que no teníamos un aparato adecuado para reproducirlo y debimos esperar una interminable semana hasta que llegó el nuevo tocadiscos y lo conectaron a la mesa de control. Esa misma noche, pasadas las doce, cuando terminé la emisión con el himno nacional, una vez apagada la emisora de Casablanca, llegó el gran momento. El aparato se puso en marcha, hacía ruido, pero el ingeniero nos tranquilizó al asegurarnos que no salía a antena. El técnico colocó, no sin temor, el brazo del tocadiscos sobre el microsurco y dio volumen al altavoz. Fue una maravilla, parecía que la orquesta estaba allí mismo. Los primeros compases del Amanecer de la Suite del Gran Cañón nos envolvían dejándonos extasiados. Nadie dijo nada hasta el final, cuando aplaudimos de manera espontánea, completamente emocionados. </span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"><br />
<br />
</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Como es lógico, a Paco Ortiz le faltó tiempo para emitir esta copia en su primer programa de «La alfombra mágica», con un cuidado guión y sin avisar a los oyentes de las innovaciones tecnológicas de la emisora, que llamaron para felicitar por el extraordinario sonido del concierto. Los nuevos discos llegaban con cuentagotas pero los viajes que entonces organizaban a Andorra servían para aumentar la discoteca. <br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Después aparecieron los microsurco pequeños, los de 45 rpm, con una canción o melodía por cada cara. Eran un incordio porque duraban muy poco y ocupaban mucho espacio, pero sonaban muy bien y tampoco había que cambiar las agujas.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-39507667933169451932011-07-02T14:21:00.000+02:002011-07-12T14:23:01.448+02:00CAPÍTULO IX. ZARAGOZA, EN CLAVE DE RADIO<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgBDdW2UDE4GItm4j16aj8F2tra0joLvBHJc-5StOIiT0CSkJrJKcs-pZIYYgds_XBPIkf7Knuk_sMbtX1slmyzpa_iIh_-rWe6qfsGHWQreEmbmWhG3gmvGde9Nof8d-WEIY97qIhQ5o/s1600/Foto+7+cap%25C3%25ADtulo+IX.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="224" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgBDdW2UDE4GItm4j16aj8F2tra0joLvBHJc-5StOIiT0CSkJrJKcs-pZIYYgds_XBPIkf7Knuk_sMbtX1slmyzpa_iIh_-rWe6qfsGHWQreEmbmWhG3gmvGde9Nof8d-WEIY97qIhQ5o/s320/Foto+7+cap%25C3%25ADtulo+IX.jpg" width="320" /></a></div><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Excepto en la dulce soledad del locutorio, Paco Ortiz compartió gran parte de su vida profesional con el público, con los oyentes, y con quienes acudían a los grandes espectáculos deportivos, culturales o sociales de la ciudad. Poco después de su llegada a Zaragoza tuvo la oportunidad de estrenarse como reportero radiofónico en el Congreso Mariano Nacional. Era el año 1954 y todos estamentos políticos, religiosos y sociales se volcaron en el evento.<br />
<br />
</span><br />
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Con el inestimable apoyo de Gustavo Adolfo cubrí el recorrido de Franco por el Paseo de la Independencia, Coso, Calle Alfonso y Plaza del Pilar. Mientras uno comentaba, otro tenía que correr como alma que lleva el diablo para llegar al otro micrófono instalado en la ruta del General. El escenario erigido frente a la Basílica era impresionante: el Gobierno en pleno, las autoridades nacionales y locales arropando a los ministros, embajadores de diferentes países sudamericanos, cardenales y obispos de todas las diócesis españolas, altos cargos militares, bandas de música y coros... parecía un gigantesco teatro en el momento mismo del estreno. Dentro, el Nuncio de Su Santidad y el Arzobispo de Zaragoza, don Rigoberto Doménech, esperaban al Jefe del Estado para recibirle con los honores dignos de su cargo. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Aquella transmisión fue especialmente difícil, entre otras cosas, por el diferente tratamiento de cada uno de los personajes. Los había eminentísimos, excelentísimos, ilustrísimos y reverendísimos; una mínima equivocación hubiera sido desgraciada para Gustavo o para mí. Además, los grandes silencios entre acto y acto, los cambios en el programa y el nerviosismo propio del caso, nos llevaron hasta el límite del agotamiento.</span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Según las crónicas de entonces, «se vivieron con un profundo y respetuoso dolor» los funerales y el entierro del gran cantador de jotas José Oto en 1955, un año después. En esta ocasión fue en la plaza de Santa Engracia donde se reunieron miles de entusiastas y admiradores de este aragonés ilustre para darle el último adiós.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Aunque parezca mentira, medio Aragón se dio cita en los alrededores de la parroquia de Santa Engracia y siguió la comitiva hasta el cementerio de Torrero en una impresionante manifestación de duelo. El paso callado de las rondallas, enmudecidas, las ausentes voces de los joteros, dormidas las cuerdas de sus bandurrias y guitarras, hicieron que el silencio mordiese el corazón de los que allí estaban. La voz de quienes contábamos a los oyentes lo que ocurría con respeto y gravedad, también se entrecortó por la emoción y dejó que el mudo ambiente se adueñase del éter.</span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Ciento cincuenta años después del primer «sitio» de Zaragoza, la ciudad pudo rendir público tributo a uno de sus grandes héroes. Palafox no se rindió, pero falleció de peste durante el asedio y sus restos fueron de un lugar a otro hasta reposar en la capital de España. El regreso del General fue seguido también con veneración por los vecinos, que aprovecharon para echarse a la calle una tarde de otoño de 1958, acto que también fue transmitido por Paco Ortiz.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El cadáver de don José de Palafox fue trasladado desde el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid hasta la Basílica del Pilar, donde quedaron depositados. El arcón con sus restos lo llevaron primero al edificio de la Diputación Provincial, en la plaza de España. Posteriormente fue conducido en un carruaje funerario tirado por caballerías y custodiado por dos filas de fuerzas militares vestidas de gala, hasta el Pilar. Miles de zaragozanos vieron pasar el cortejo fúnebre en completo silencio, mientras la banda interpretaba música solemne. Fue gratificante para mí realizar una transmisión tan llena de datos y curiosidades sin la presión de la censura ni la precipitación a la hora de instalar los micrófonos.</span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Pero Paco Ortiz también disfrutó de acontecimientos tan serios y al mismo tiempo tan divertidos para narrar. Ahora sería difícil imaginar algo tan peculiar como el siguiente episodio, que podría incitar a la sonrisa a una juventud acostumbrada a casi todo gracias a la televisión. Pero era una costumbre arraigada en la sociedad de la posguerra que los obispos entrasen en la sede de la diócesis a lomos de una mula blanca. Mi padre tuvo la oportunidad de retratar la curiosa tradición que se rompió con la llegada del arzobispo Elías Yanes. </span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"><br />
</span><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Tanto don Casimiro Morcillo en diciembre de 1956, como don Pedro Cantero en julio de 1964, sintieron el cariño del pueblo zaragozano mientras bendecían a los fieles en la Plaza del Pilar. Durante el relato a nuestros oyentes del paso de los prelados en mula, con una generosa documentación y una larga biografía apoyando nuestros comentarios, ellos soportaban con estoicismo el tránsito. No es nada cómodo el desplazamiento sobre un animal y menos para personas entradas en años con poca costumbre en esos menesteres. Yo era muy joven por entonces y tenía que hacer grandes esfuerzos por no caer en la sutil ironía o incluso tomarme a broma el trotecillo de la mula. Con el paso del tiempo me apena que costumbres como éstas no las conozcan jamás las nuevas generaciones.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"><br />
<br />
</span></b></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Una de las anécdotas que demuestran la espontaneidad de mi padre y el escaso respeto por la autoridad, la protagonizó el día de la primera entrevista que le concedió don Pedro Cantero Cuadrado cuando tomó posesión del arzobispado de Zaragoza. Después de un café bien cargado que rompió el hielo, le advirtió al joven locutor con una pícara sonrisa: “Conste que yo también soy periodista y juzgaré su trabajo”. Él le contestó, sin pensárselo dos veces: “Le aseguro, señor arzobispo, que por mi parte me siento incapacitado para poder enjuiciar su labor eclesiástica”. Y se quedó tan ancho...</span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"><br />
Tras esa sencilla muestra de sinceridad la relación que mantuvieron ambos durante muchos años fue de respeto mutuo y admiración por las cualidades pastorales de Cantero. Pero detrás de su capacidad radiofónica, dos buenos amigos, los canónigos Antero Hombría y Juan Antonio Gracia, siempre le allanaron el camino para facilitar su acceso a ésta y otras autoridades religiosas.</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">La plaza del Pilar es muy diferente en la actualidad a la que conoció Paco Ortiz cuando descendió de su viaje sin retorno en la estación del Norte en 1951. Para unos es más funcional ahora, para otros tenía más sabor antaño... pero casi todos están de acuerdo en que las cuatro torres hacen mucho más monumental la Basílica-Catedral. Y los hay que no saben que las dos más cercanas al río se erigieron hace tan sólo cincuenta años.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">La construcción de estas dos torres y su elevación metro a metro fue seguida con especial y periódica asistencia por la prensa y los vecinos de Zaragoza. La inauguración en 1959 de la tercera torre no tuvo gran repercusión y el acto, presidido por don Casimiro Morcillo, fue más bien sencillo. Pero la finalización de la última y más moderna, dos años después, tuvo mayor incidencia en el sentir de los ciudadanos. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Los curiosos se apiñaron en la Plaza observando cómo la bola de metal que culminaba la construcción, se colocaba arriba con gran esfuerzo mecánico. No en vano mide un metro y quince centímetros de radio y va rematada por una cruz también de importantes dimensiones. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Subimos Luis Nápoles y yo por unas empinadas escaleras hasta la mitad de la torre (no nos atrevimos a más), cargados con el pesado magnetofón de hilo y un montón de cables para grabar un reportaje conmemorativo. Casi nos caemos al bajar, pero fue impresionante contemplar Zaragoza desde el cielo y contárselo a los oyentes mientras el cierzo nos despeinaba. Volvíamos, los de la radio, a ser unos privilegiados”.</span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Los toros no fueron una de las facetas radiofónicas cultivadas por Paco Ortiz, aunque una vez saltara al ruedo en un festejo taurino de beneficencia. Pero estuvo vinculado a ella como locutor durante algún tiempo gracias al programa «Toriles», un espacio escrito y dirigido por Manuel Sáinz, popularmente conocido en el mundo de los toros como «Armando Jarana». Durante una feria taurina del Pilar fue reportero ocasional de toreros, empresarios y ganaderos, siempre bajo la atenta mirada de don Manuel, veterano oficial del ejército durante el día y jefe de emisiones de noche en la radio.<br />
<br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Me convenció de que podría ser una experiencia apasionante y no lo dudé ni un minuto. Tenía muchísimas ganas de hacer cosas y, aunque los toros no eran mi fuerte, me armé de valor y me dispuse a trabajar el callejón. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El programa se emitía a las tres de la tarde, nada más terminar el diario hablado de Radio Nacional de España, y consistía en un anticipo de la corrida de esa tarde y un resumen de la celebrada el día anterior. Su análisis y comentarios se completaban con entrevistas grabadas a los protagonistas de la fiesta. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Solamente le puse una objeción: no habría reportaje si previamente no me entregaba el cuestionario. En este caso no quería ningún tipo de improvisación para que nadie me pusiera la cara colorada. Armando Jarana me dio la oportunidad de ver de cerca y entrevistar a los grandes diestros del momento, los Dominguín, Bienvenida, Curro Romero, El Litri, Aparicio, Ordóñez, Manuel Benítez y el paisano Fermín Murillo, con el que llegué a mantener una buena amistad.</span></b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-71472915741698805682011-07-01T14:28:00.002+02:002011-07-13T19:08:44.317+02:00CAPÍTULO X. EL BALLET CASCANUECES<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhIY-nCfWtW6aDJBKkavPIEJPPXRrSigrGabaYyHZ4Bd-aJ6iIio6b5XitR5BUbB_4AePK45ramodnWB7nV7DqEGPyFYAoNEVy-sokOVFYAX7AKd-VEbJc759h6gL4xSto2-1odK3MCVO0/s1600/CASCANUECES.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="317" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhIY-nCfWtW6aDJBKkavPIEJPPXRrSigrGabaYyHZ4Bd-aJ6iIio6b5XitR5BUbB_4AePK45ramodnWB7nV7DqEGPyFYAoNEVy-sokOVFYAX7AKd-VEbJc759h6gL4xSto2-1odK3MCVO0/s320/CASCANUECES.jpg" width="320" /></a></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">En los nuevos estudios de Marina Moreno la instalación de reproductores de microsurco era perfecta. Ya no se colocaron los de piedra, aunque permaneció como recuerdo durante algunos años uno de ellos, por si acaso se daba la situación extraordinaria de radiar de manera puntual algún concierto todavía no impreso en vinilo. La transición supone un riesgo, sobre todo para quienes no se reciclan con la suficiente rapidez que demanda la radio. </span><br />
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Nunca olvidaré un programa que titulaba «Música de las estrellas» y en el que una vez por semana seleccionaba una obra musical clásica muy popular. Escribía sobre el autor y la pieza, emitiéndola completa. Era un espacio radiofónico sin grandes pretensiones que se emitía sobre las once de la noche, cuando todavía no se veía apenas la televisión en los hogares. Era gratificante pensar que muchos oyentes escuchaban una buena selección musical comentada, sentados tranquilamente en sus sillones. Aquel dichoso día había elegido como tema musical el ballet «Cascanueces». En cinta de bobina grabé algunos comentarios sobre el autor, curiosidades, noticias del día del estreno, su argumento... es decir, complementos que realzaban y ofrecían una visión más completa de la obra que después se iba a emitir.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"> </span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Poco se imaginaba en la sobremesa de la cena, dispuesto a escuchar el programa para valorarlo como oyente y subsanar los posibles fallos, que tendría que recordar su época de atleta y correr en pocos minutos los mil metros obstáculos, exactamente la distancia que separaba su casa de la radio.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El programa tenía una duración de cuarenta minutos, treinta de ellos del disco, por lo que grabé una cabecera de diez minutos exactamente. Estaba con mi mujer sentado junto al aparato de radio, con la intención de disfrutar ambos de una buena velada musical. La cinta entró sin problemas, mi voz sonaba como si estuviera en directo y me preparé, arrellanado en el sofá, a escuchar con un hormigueo en el estómago la interpretación de «Cascanueces». Creí morir cuando sonó a 45 revoluciones cuando tenía que radiarse a 33, ya que era un LP.</span></b></div><div class="MsoNormal"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"><br />
</span></b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">El técnico no se apercibió de la hecatombe, pero los oyentes debieron quedar totalmente sorprendidos por ese comienzo tan original. Lo malo no era la diferente velocidad, que hacía cómica su puesta en antena, sino que el programa iba a terminar por lo menos diez minutos antes. No había nada preparado y el sincronizador, completamente ajeno al problema, no sabría qué hacer con diez minutos de vacío por delante.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Corrí desesperado por las vacías calles mientras los serenos me miraban como si hubiera enloquecido. Llegué en tan solo tres minutos a la puerta de los estudios y subí a saltos las escaleras. Ya en la discoteca, cogí el primer microsurco que encontré a mano y entré como un poseso al control. Allí estaba, tan pancho, el compañero, ajeno al desastre y sorprendido por mi aspecto.</span></b><br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"><br />
</span></b></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Conociendo a mi padre, me imagino la serie de improperios que tenía previsto arrojar sobre el técnico, pero no debió darle tiempo. Según me comentó mientras preparábamos el libro, le miró dulcemente y con cierta gracia le dijo: <b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-weight: normal;">«</span></b>Jolín, Paco. Mientras estaba oyendo el disco, pensaba en los pobres bailarines. ¡Deben terminar reventados!<b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-weight: normal;">»</span></b></span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"><br />
Tan ingenuo como una mascota, satisfecho por su ocurrente comentario y con una sonrisa de oreja a oreja. Ante esta impensada respuesta, soltó una carcajada que evitó cualquier discusión mientras el disco seguía a toda velocidad. Al llegar a uno de los cortes, pidió perdón a los oyentes y completó el programa en directo con otra obra, pero a 33 revoluciones, muy por debajo de las ciento ochenta pulsaciones de su corazón.</span></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-43226021251003412742011-06-30T16:24:00.002+02:002011-07-13T19:22:43.840+02:00CAPÍTULO XI. LOS GUIONES Y EL CUADRO DE ACTORES<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjhAs2p7U9X2jEoGvpTL5tl48gJTSOfN4JE4Dd5qRshNT5R0YcQoxOyM6q5uBzrUiOD1s2up4pZa5nsNjYfnN_2pR0wvKGLABhPOXtWWB6D0Xp_f_ou5QyCQI4BtcbZGzIiASHtlVvMPo/s1600/RADIO+ANTIGUA.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="229" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjhAs2p7U9X2jEoGvpTL5tl48gJTSOfN4JE4Dd5qRshNT5R0YcQoxOyM6q5uBzrUiOD1s2up4pZa5nsNjYfnN_2pR0wvKGLABhPOXtWWB6D0Xp_f_ou5QyCQI4BtcbZGzIiASHtlVvMPo/s320/RADIO+ANTIGUA.jpg" width="320" /></a></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">La magia de las ondas continúa hechizando a millones de oyentes en nuestro país. Primero fueron los grandes conciertos, después los programas cara al público y, más tarde, las novelas radiofónicas que colapsaron las tardes españolas de los años cincuenta, sesenta y comienzos de los setenta. La televisión ha popularizado unos seriales de centenares de capítulos de origen sudamericano que, emitidos en la sobremesa, son seguidos por millones de espectadores. Se trata de «culebrones» de escasísima calidad, con unas dotes interpretativas muy limitadas de los actores y unos argumentos insostenibles. La necesidad de sacar al exterior los sentimientos más profundos o el reflejo de desengaños amorosos pasados, favorecen su éxito de audiencia. Es una vuelta a las radionovelas pero con imágenes, sin la creatividad de unos autores que ponían al servicio de los cuadros de actores toda su capacidad dramática.<br />
<br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></strong></span><br />
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Me vienen a la cabeza grandes éxitos como Ama Rosa, seriales magníficos de todo un especialista como Guillermo Sautier Casaseca y las voces inolvidables de Pedro Pablo Ayuso o Juana Ginzo. Ser actor delante de un micrófono es algo muy serio, porque la intensidad interpretativa solamente se consigue cargando el peso de la actuación en la voz. En la radio no valen las expresiones ni los gestos. Hay que saber leer correctamente, declamar, pronunciar con exquisita corrección y no ser exagerado en la puesta en antena. Meterse en un determinado papel, con un micrófono delante y unas cuartillas escritas, no es nada fácil. Incluso importantes actores teatrales fracasaron rotundamente en la radio.</span></strong><br />
<span style="font-family: Trebuchet MS;"></span><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"><br />
<br />
</span></b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Paco Ortiz, que reconocía no tener dotes de actor, se especializó en el papel de narrador, una figura de gran importancia en las radionovelas. Esa voz, grave y profunda, pero de fácil desenvoltura y de cadencias rítmicas, era el hilo conductor de la historia y quien situaba al oyente en la escena que se interpretaba. Una de las figuras perdidas con la desaparición de los cuadros de actores era la de «especialista en efectos sonoros», un profesional cualificado y cuya intervención podía mejorar un guión mediocre o destrozar una magnífica historia.<br />
<br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></strong></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Hace tiempo que dejó de existir porque los discos de efectos especiales, que ahora pueden parecer una antigualla, le sustituyeron con todos los elementos que aportaba a la realización de la novela. Como antes se hacía todo en directo al no existir las grabaciones, la eficacia de su oficio resultaba definitiva. </span></strong><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;"></span></strong></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Aunque parezca mentira, el sonido del mar lo conseguía con un gran pandero lleno de perdigones. Según lo movía con más o menos energía, daba la sensación de una suave marea o de un terrible oleaje. Para conseguir el efecto del viento, soplaba un folio cerca de sus labios y para recrear una tormenta, movía con más o menos energía una cartulina. El fuego lo simulaba arrugando un papel de celofán. Y el paso, trote o galope de un caballo (quizás el efecto más conocido por la gente), lo lograba con dos cortezas de coco que golpeaba sobre una caja llena de tierra y piedras. Era curioso, también, ver al especialista colocar unas pequeñas puertas cerca del micrófono, con su manija correspondiente, para obtener el sonido de apertura o cierre con chirrido incluído.</span></strong><br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt;"><br />
<br />
</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></b></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Lo peor en la emisión en directo de teatro o radionovelas era la risa. Cualquier mirada, cualquier error, cualquier sonido imprevisto, producía desde la más leve sonrisa hasta la más explosiva carcajada. Estaban los graciosos habituales, que hacían gestos o gastaban bromas pesadas al resto de los actores. El ambiente era de gran camaradería pero, a veces, tanta confianza generaba una excesiva relajación en el ambiente que terminaba en un cachondeo difícilmente ajeno al oyente.<br />
<br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></strong></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Ocurría alguna que otra vez que uno de los intérpretes se saltaba una línea y el guión perdía completamente el sentido. Las frases masculinas se convertían en femeninas o viceversa, por lo que se debía improvisar. También eran frecuentes las «morcillas», apéndices inventados por el propio actor para enriquecer el diálogo. Pero nuestra principal preocupación era contener la risa cuando alguien se equivocaba. Sucedía que, en un pasaje especialmente dramático, algo pasaba que suscitaba la hilaridad. Y cuanto más se intentaba disimular, más cómica era la situación. </span></strong></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Paco Ortiz intervino como narrador, en cientos de guiones y obras. «Teatro en la noche» ofrecía a la audiencia todos los viernes una pieza de teatro adaptada a la radio que se emitía en directo. «Los estrenos», que era una dramatización de los grandes estrenos de opera y zarzuela, consiguió un premio ondas. Su autor y director fue Manolo Serrano, que recogió el galardón. También fue responsable de «la vida de Miguel Fleta», emitida por todas las emisoras de la SER poco tiempo después con gran éxito de audiencia. Una de las mejores series jamás producidas por Radio Zaragoza fue «el Bimilenario de Zaragoza», escrita por diferentes autores -todos ellos de gran prestigio- en 1976, en conmemoración de los dos mil años de fundación de la ciudad. Allí fue, precisamente, donde inicié mi actividad radiofónica como extra y actor de reparto. A mi lado estuvo Cristina, mi madre, que colaboró en papeles de importancia en la serie. El cierzo, que era quien narraba la historia, fue magistralmente interpretado por Paco Ortiz en un personaje que parecía creado para él. <br />
<br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-weight: normal;"></span></strong></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Uno de los mejores capítulos fue el dedicado a los sitios de Zaragoza, cuyo autor fue José Maria Zaldívar. Se llegó a un acuerdo con las iglesias de la ciudad para que a una hora determinada volteasen las campanas y se recogiese en magnetofón su sonido para después incorporarlo a la grabación. Aunque anunciamos antes y después el hecho, mucha gente se quedó perpleja ante el volteo masivo de las campanas. Contamos también con la colaboración de la Academia General Militar, donde los micrófonos captaron las granadas al estallar, el ruido de los cañones y el disparo de las balas de fogueo para simular el ataque del ejército napoleónico. </span></strong></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Sin saberlo, los espectadores de la Romareda también sirvieron de improvisados defensores de la ciudad, ya que se grabaron los gritos y el ambiente de miles de aficionados como si fueran zaragozanos levantándose en armas contra los franceses en plena calle. Todo esto, mezclado convenientemente en el estudio y apoyado por discos de efectos especiales, le dio una espectacularidad al montaje que nos sorprendió a nosotros mismos. </span></strong></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Fue la última gran producción premiada también con el Ondas, antes de la definitiva reconversión de la radio. El encanto de aquellos tiempos murió con la celebración de los dos mil años de historia de Zaragoza y con él, toda una filosofía y manera de entender el medio. La verdad es que me produce una gran nostalgia revivir aquellos instantes de tensión y nerviosismo inmediatamente antes de intervenir en aquellas inolvidables producciones radiofónicas.</span></strong><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-43939404884528444032011-06-29T16:29:00.003+02:002011-07-13T19:33:36.210+02:00CAPÍTULO XII. LA ROMAREDA TOMA EL RELEVO<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiRi1DjejrRXeMuRv8H_djiSgVcCmSMfaubdZY_t2vM33-S_Hlo3dcGv-wyt54SH0jmF2rzsIF6l3xAGqG7Ye1J6vBHvUzIhnNe7nu_IHCmpX_6WpMvztFG-b21oVD4vu0mwf1t_fI6dV0/s1600/LA+ROMAREDA.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="193" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiRi1DjejrRXeMuRv8H_djiSgVcCmSMfaubdZY_t2vM33-S_Hlo3dcGv-wyt54SH0jmF2rzsIF6l3xAGqG7Ye1J6vBHvUzIhnNe7nu_IHCmpX_6WpMvztFG-b21oVD4vu0mwf1t_fI6dV0/s320/LA+ROMAREDA.jpg" width="320" /></a></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">El ocho de septiembre de 1957 se inauguró el campo municipal de la Romareda. La construcción de un nuevo estadio era necesaria por la proyección del equipo y por una afición floreciente que no tenía cabida en unas instalaciones tan vetustas como las de Torrero. Su edificación culminaba uno de los más importantes ensanches de la ciudad y se ubicaba junto a la Feria de Muestras, que también se iba a ver relanzada en los años sesenta. El partido que abrió la nueva era futbolística de la ciudad tenía también un aliciente especial para la futura familia Ortiz Remacha. <br />
</span><br />
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El Real Zaragoza acudió al presidente de Osasuna para que los navarros disputasen el encuentro inaugural y le encargaron a mi futuro suegro Pablo la copa que se llevaría el ganador del partido. Aunque el Zaragoza consiguió la victoria, el entonces presidente del club y futuro alcalde de la ciudad, le ofreció el trofeo a los pamploneses en señal de cortesía y buena vecindad. No se imaginaba el bueno de Cesáreo Alierta que en aquel momento despojaba al Real Zaragoza de una auténtica obra de arte. Que yo sepa, aquella era la única copa en hierro forjado que pudiera existir en las vitrinas de un club. </span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">El fútbol hizo desaparecer paulatinamente al locutor de continuidad y le aproximó a las transmisiones futbolísticas que tuvieron su cénit en la época de los «cinco magníficos». Aunque continuó hasta el final presentando programas musicales, concursos y magacines, esta faceta pasó a un segundo piano dado el interés de los partidos y el tiempo que invertía en los desplazamientos. Su comienzo en «Carrusel Deportivo Terry» desde el campo de Torrero con Vicente Marco, hipotecó los domingos en Zaragoza, de la misma forma que los viajes para seguir al equipo de fútbol le ocupaban los fines de semana cada quince días. En Carrusel permaneció casi treinta años, junto a profesionales de la talla de Juan de Toro, Joaquín Prat, Pepe Bermejo, Juan Tribuna, Fuentes Mora, Miguel Domínguez o Chencho.</span><br />
<span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El cambio a la Romareda fue un alivio aunque la nueva cabina de la Romareda no era mayor que la de Torrero, pero para sentarnos el técnico y yo era suficiente. El Zaragoza era un recién ascendido y la explosión radiofónica tardaría todavía tres o cuatro años en llegar, gracias a la buena marcha en la liga y a los títulos nacionales e internacionales conseguidos. El estadio era amplio, funcional y cómodo, el tranvía llegaba hasta allí y la gente cuando el tiempo era bueno, se acercaba andando a la Romareda. Yo solía hacer una parada en el bar de «Paco el Botas», que se llamaba Gymkana, tristemente desaparecido.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Yo recuerdo también ese bar, donde hacía una «parada técnica» con mi padre en los partidos de septiembre y junio, al comienzo y al final de la liga. Y nunca me olvidaré que uno de esos días fui testigo del debut de Lobo Diarte en la Romareda, compartiendo alineación con Arrúa y Ocampos. Como tampoco se me borrará de la memoria el rito de bajar al portal de casa y que nos recogiera con su flamante Seat 124 Luis Nápoles para ir a buscar a Manolo Muñoz a la avenida Tenor Fleta y de allí a la Romareda.</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-40767300522265921002011-06-28T16:41:00.000+02:002011-07-12T16:43:13.347+02:00CAPÍTULO XIII. EL DEPORTE COMO ESPECTÁCULO<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJQWaWOwTThb6nVKXiuTmBhrtv2SEebWc0L-du5TEm9bKkgI_3TzQo9W5XMV329e9eZWw9D1MNaHULPnBR5etcsLH1BsaJA4Nvu7cbT1GcMXFc_fUnPK7ELFTp1YtWxYAxcfx38cI2Wdo/s1600/Foto+11+cap%25C3%25ADtulo+XIII.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="218" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJQWaWOwTThb6nVKXiuTmBhrtv2SEebWc0L-du5TEm9bKkgI_3TzQo9W5XMV329e9eZWw9D1MNaHULPnBR5etcsLH1BsaJA4Nvu7cbT1GcMXFc_fUnPK7ELFTp1YtWxYAxcfx38cI2Wdo/s320/Foto+11+cap%25C3%25ADtulo+XIII.jpg" width="320" /></a></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Por aquel entonces no estaba permitida la opinión ni se realizaban tertulias radiofónicas como ahora. Las entrevistas eran pactadas con permiso de la censura y los informativos no existían. Además de la música y los seriales, muy escuchados, solamente los concursos y las retransmisiones deportivas tenían la espontaneidad del directo y unas grandes posibilidades para la improvisación del locutor. Como el fútbol todavía no se había transformado en el negocio televisivo de la actualidad, otros deportes compartían su importancia y eran seguidos masivamente por los oyentes. El Parque Primo de Rivera acogía emocionantes carreras de motos y sensacionales criteriums de ciclismo, retransmitidos con mucha imaginación por Paco Ortiz que no veía gran parte de la competición desde su puesto de comentarista. Pero la abundante documentación, el apoyo de especialistas y otros recursos dialécticos facilitaban el seguimiento de las carreras. Muy aficionado a la bicicleta por los kilómetros rodados en la Coruña de estudiante, fue todo un acontecimiento para él narrar las pedaladas del legendario Fausto Copi y entrevistarle brevemente en la línea de meta. Años después, con Jesús Gimeno, siguió la Vuelta Ciclista a Aragón e incluso editaron un periódico, </span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">el «Diario de la Vuelta».</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Con su buen amigo Manolo Serrano formó un sólido tándem en las veladas de boxeo que se celebraban en Zaragoza, en el Frontón Cinema, cuando este deporte estaba en auge, y posteriormente en la mejor época de Perico Fernández a comienzos de los setenta. Una anécdota curiosa, al mismo tiempo que aleccionadora, fue la que protagonizó en unos campeonatos de natación:<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Tenía que cubrir unos campeonatos de España que se celebran en Helios y recoger unas entrevistas con los ganadores. El caso es que, por uno u otro motivo, no llegué a grabarle al campeón de España que se había ido con el equipo de su provincia en el autocar. Como era de fuera, le comenté al técnico que me acompañaba que hiciera él del campeón en cuestión. Le dije lo que tenía que contestar y grabamos la entrevista. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Ya en la radio, la emitimos y nadie se enteró de nuestra pequeña travesura. Pero poco más tarde recibí una llamada telefónica: era del equipo que se había proclamado campeón, que se había detenido a comer en carretera y en el restaurante tenían puesta la radio. El entrenador simplemente me felicitó por la entrevista, que sería exclusiva mundial: ¡el nadador era sordomudo y no podía hablar!</span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Fue en el fútbol donde se realizó como profesional y adquirió su tremenda popularidad. Ya en La Coruña, junto al gran Enrique Mariñas, recibió las primeras clases de lenguaje balompédico y le tomó afición a narrar con intensidad las jugadas. Años más tarde, con Manolo Muñoz en Radio Zaragoza, fue cuando dio el salto y se convirtió de mero narrador en experto relator de partidos.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">A Manolo Muñoz le debo saber leer el fútbol. Yo radiaba, pero no entendía globalmente lo que ocurría sobre el terreno de juego, y mi gran amigo fue también mi gran maestro en la comprensión de las tácticas, en la observación al equipo contrario, en la interpretación de lo que ocurría en el campo. Cuando estábamos juntos, yo radiaba y él comentaba, formando un equipo magnífico por lo acertado de sus opiniones. Además, con su simpático acento cordobés que nunca perdió, le daba otro tono a la retransmisión. Murió demasiado joven, de manera inesperada, dejándome solo ante muchas cosas. Fue mi apoyo, mi confidente y mi mejor ayuda en la radio durante veinte años. </span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Su primer contacto con el fútbol fue la lectura de los comentarios de un gran periodista, Juan de Torrero, que escribía las crónicas a mano. Como no tenía buena voz y le imponía el micrófono, Paco Ortiz las interpretaba con un tono jovial y espectacular que enriquecía la árida información del partido. En aquellas fechas todavía no estaba construída la Romareda y las condiciones del antiguo campo de Torrero no eran las idóneas para las retransmisiones.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Subir a la cabina era una auténtica aventura. Había que trepar por una larga y estrecha escalera de hierro hasta una pequeña torreta donde no se veía bien el terreno de juego. Estaba detrás de una de las porterías y había zonas donde era imposible distinguir a los jugadores. ¡Menos mal que ya había números en las camisetas! </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">De mis cuatro años en el antiguo Torrero recuerdo dos momentos inolvidables. Por un lado, la gravísima lesión de Avelino Chaves a causa de una brutal entrada del defensa Olivares. Aún resuenan en mis oídos los gritos de dolor del futbolista que cayó justo debajo de la cabina de transmisión. Para Chaves fue el final de su carrera, aunque jugase durante algunos meses en un ejercicio de profesionalidad que le llevó más tarde a la secretaría técnica del club durante tres décadas. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">La otra imagen que quedó grabada en mi memoria fue un partido de ascenso del Real Zaragoza a Primera División. Corría la temporada 1954/55 y hubo que ampliar el recinto con unas gradas metálicas para dar cabida a más público del habitual. Fue una fiesta y toda la ciudad vivió el éxito. Poco después llegó Jacinto Quincoces al banquillo, uno de los ídolos de mi niñez. Poder conocer, dialogar, entrevistar y convivir con el más grande defensa de la selección española, fue un sueño increíble para mí.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-23212081390470830292011-06-27T16:44:00.007+02:002011-07-13T19:39:35.678+02:00CAPÍTULO XIV. LA COPA DE FERIAS<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj07PUxjXSten5LiaX9dzS-UZlqGauPeLtilXs2NE6BLYVZYsYGk1cMvKiweqT9wWDgu95jLSQE0B5gP_znb5npK7nsqcQ4gRp9hvXJ4BACOkigoD3L96_RHskZiXFJ1K8WPQK6AhMuUPE/s1600/Foto+13+cap%25C3%25ADtulo+XIV.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="260" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj07PUxjXSten5LiaX9dzS-UZlqGauPeLtilXs2NE6BLYVZYsYGk1cMvKiweqT9wWDgu95jLSQE0B5gP_znb5npK7nsqcQ4gRp9hvXJ4BACOkigoD3L96_RHskZiXFJ1K8WPQK6AhMuUPE/s400/Foto+13+cap%25C3%25ADtulo+XIV.jpg" width="400" /></a></div> <style>
st1\:*{behavior:url(#ieooui) }
</style><br />
<div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Si a nivel nacional su voz fue conocida por <strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">«</span></strong>Carrusel Deportivo<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">»</span></strong> y las irrepetibles transmisiones con José Maria García de finales de los setenta, en Aragón es recordado por su zaragocismo y valorado por ser el mejor relatando partidos. Fueron más de dos mil entre primera y segunda división, Copa de Ferias, Copa de la UEFA, Copa del Generalísimo, Copa del Rey, Copa de la Liga, Recopa de Europa y amistosos (Trofeo Ciudad de Zaragoza, Ramón de Carranza o Colombino, entre otros). Y si el más importante fue el que le dio el título continental en Paris en 1995, del que se siente más satisfecho es del que narró desde Leeds en 1966, el partido de desempate de semifinales de la Copa de Ferias.<br />
<br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></strong></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">En la Romareda habíamos ganado por 1-0 gracias al tanto marcado por Carlos Lapetra. En el partido de vuelta perdimos por 2-1. Entonces no existía la solución del valor doble de los goles marcados fuera de casa, ni tampoco el lanzamiento desde el punto de penalty para dirimir el vencedor. Por eso, la diana de Canario no sirvió en ese momento para nada. </span></strong></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Había que jugar un tercer partido, el de desempate, y según cayera la moneda de un lado a otro, el encuentro se disputaría en España o en Inglaterra. Jackie Charlton y Severino Reija estaban junto al árbitro, que debía lanzar al aire el metal y ser el juez del destino. Paré la transmisión, dejé que el silencio se adueñase de las ondas, mientras creía escuchar la respiración contenida de los seguidores zaragocistas desde sus casas. Cuando Reija se echo las manos a la cabeza, comprendí que la moneda había caído del lado británico.</span></strong><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"> </span></strong><br />
<strong><span style="font-family: Trebuchet MS;"></span></strong><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"><br />
</span></b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Hubo que esperar quince días, seguir jugando la liga y la copa, mentalizarse para la encerrona en el campo del Leeds y volver a una ciudad fría y lluviosa. Las apuestas eran favorables a los locales y aunque el Real Zaragoza acudía como víctima, los espectadores ingleses recibieron una lección de fútbol que todavía no han olvidado pese a los treinta anos transcurridos.<br />
<br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></strong></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Aquel encuentro fue el más hermoso y emocionante que tuve la oportunidad de llevar a los oyentes a través de las ondas. En tan solo trece minutos el Real Zaragoza había destrozado a su rival con tres tantos impresionantes. Marcelino, Villa y Santos sorprendieron a los confiados jugadores del Leeds mientras enmudecía el estadio. </span></strong></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Yo estaba ronco por la fuerza con la que había cantado los goles, por la locura que suponía un triunfo tan espectacular. Incluso el técnico de la BBC me hizo señas para que disminuyese la intensidad de la transmisión, ya que estaba molestando al resto de periodistas ingleses. Recuerdo que la aguja del potenciómetro quedó atascada por los gritos del tercer gol.</span></strong><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Aún quedaba mucho partido y la calidad de los hombres del Leeds United podía poner en peligro el resultado si los zaragozanos se dejaban llevar por la euforia. Todo Aragón estaba pendiente de la narración de Paco Ortiz, con la oreja pegada al aparato de radio y la mirada perdida, intentando imaginar el prodigioso juego de los «magníficos» en tierras lejanas.</span><br />
<br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El propio Jackie Charlton le indico al árbitro que esperase unos instantes, que le diese a su equipo unos segundos para asimilar la avalancha de juego que estaban recibiendo de los españoles. El colegiado, que era manco, le concedió al genial futbolista el privilegio y se reanudó un espectáculo que duro hasta el final. El público supo responder al extraordinario fútbol ofrecido con una ovación que obligó a los blanquillos a retornar al terreno de juego cuando terminó para agradecer la deportiva actitud de los aficionados de Leeds. </span></strong></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Yo no podía más y tantas emociones terminaron por quebrar mi voz. Rompí a llorar en antena y me dejé llevar por ese ambiente de entusiasmo y fiesta en el que también se sumieron los oyentes, según me dijeron cuando llegué. No fue una actitud muy profesional, pero vivir aquello me ayudó a mis treinta y dos años a ser más ecuánime y responsable, a no dejarme arrastrar por los sentimientos. Al fin y al cabo, mi obligación era contar lo que pasaba sobre el terreno de juego, sin involucrarme tanto en las sensaciones como para meterme en la piel de los futbolistas y jugar el partido. </span></strong></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Es emocionante saber que la gente te escucha, te considera cómplice de los triunfos o fracasos del equipo a miles de kilómetros de distancia. Pero causa una tremenda frustración enterarte de que todo tu empeño no ha valido para nada y que has transmitido el partido para ti solo. Eso le ocurrió en Plovdiv, en una eliminatoria de la Recopa de Europa, cuando Radio Nacional de España utilizó la línea microfónica de Radio Zaragoza. La emisora estatal tuvo prioridad ante los problemas de comunicación existentes entre las compañías telefónicas de ambos países. <br />
<br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></strong></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Me extrañó un poco la presencia de Joaquín Ramos antes del encuentro, pero imaginé que estaba allí para cubrir los boletines de Radio Nacional. La mañana no había sido nada favorable, puesto que no conseguí la conferencia con Zaragoza y estaba totalmente incomunicado. Bulgaria estaba hundida entonces en una tremenda pobreza y apenas tenían teléfonos en una ciudad pequeña y oscura. </span></strong></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El día anterior visité las antiguas instalaciones de la emisora de Plovdiv, donde no encontraron nada parecido al himno nacional español; para la megafonía dudaron entre algunas piezas de Albéniz o Falla, pero al final les pareció más apropiado el pasodoble «España Cañí». Pidieron mi opinión como parte interesada aunque, en definitiva, optaron por lo más folclórico.</span></strong><br />
<span style="font-family: Trebuchet MS;"></span><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"><br />
</span></b></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Él intuía que las cosas no iban bien y comenzó a preocuparse cuando vio demasiado tranquilo al técnico de sonido. Los enormes aparatos estaban conectados a los cables que salían de unas viejas cajas de la pared y el micrófono descansaba sobre la mesa, como si estuviera muerto. A través de los auriculares solamente se escuchaba un ligero zumbido, que fue lo único que oyó durante casi dos horas.<br />
<br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></strong></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Faltaban diez minutos para comenzar el partido y seguía sin retorno, pero el técnico me hizo una señal que yo entendí como afirmativa para el comienzo de la transmisión. Como estaba acostumbrado a las dificultades técnicas en los países del Este de Europa, seguí el mismo método que en otras narraciones, convencido que me oían en Zaragoza. Conté en voz alta de cincuenta a cero y comencé a hablar. </span></strong></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Fue un partido bonito, emocionante, como los que jugaba el equipo por aquel entonces... la verdad es que no me acuerdo del resultado. De vez en cuando volvía la cabeza y le hacía un gesto al técnico, que permanecía como una «vaca sorda» detrás de mí. Yo veía que me miraba raro, pero achacaba su actitud a que no entendía nada de lo que decía. Ya a la vuelta del estadio, de madrugada, cuando conseguí conectar con Manolo Muñoz, me llevé la desagradable sorpresa.</span></strong><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"> </span></strong><br />
<strong><span style="font-family: Trebuchet MS;"></span></strong><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"><br />
</span></b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Intentó durante el vuelo de vuelta comentar el hecho con Joaquín Ramos, con el que se llevaba muy bien por haber coincidido en otros desplazamientos con el conjunto blanquillo, pero el locutor parecía rehuírle. Ya en Barcelona -el equipo jugaba ese domingo en la ciudad Condal- pudo enterarse de lo que había ocurrido y comprender los motivos del fracaso de la retransmisión.<br />
<br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></strong></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Radio Nacional decidió a última hora radiar el partido porque el Real Zaragoza estaba de moda y no había nada mejor que ofrecer a la audiencia española en el plano deportivo. Solamente había solicitada una línea microfónica, la nuestra. No había ni tiempo ni medios técnicos en Plovdiv para una segunda instalación y desde Madrid decidieron que primaban los intereses estatales sobre los de una emisora privada de provincias. Lo que más me indignó es que nadie me lo comunicase, que todos allí supieran que estaba radiando para mi y dejasen que diera gritos como un poseso creyendo que salía a antena.</span></strong></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">En los albores de la década de los sesenta el Real Zaragoza comenzó su andadura internacional en Irlanda, un país tan enigmático como desconocido para los españoles de entonces. El primer viaje oficial del Real Zaragoza, su primera participación continental, tuvo un origen muy poco competitivo. La Copa de Ciudades en Feria se había constituído como la alternativa a las dos grandes competiciones europeas y tenían derecho a jugarla clubes pertenecientes a localidades importantes con recintos feriales y determinada actividad de mercado. La clasificación en las ligas nacionales no jugaba un factor determinante, aunque el equipo rondaba las primeras posiciones.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"><br />
</span><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Ya había retransmitido con anterioridad algún partido internacional amistoso, pero mi debut oficial coincidió con el primer encuentro que disputaron los zaragocistas en Glentoran. Fue el 26 de septiembre de 1962 y jugaron Visa en la portería; Cortizo, Santamaría y Zubiaurre en la defensa; Tucho y González en el centro del campo; Miguel, Duca, Marcelino, Seminario y Carlos Lapetra en la delantera. </span></strong></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Todo era nuevo para mí: el largo viaje en avión, el húmedo tiempo irlandés y el tratamiento de los dirigentes del club adversario con la expedición. Los periodistas formábamos parte de ella y disfrutamos de las recepciones oficiales, de las impresionantes comidas, de las fiestas que en honor al acontecimiento se sucedieron en aquellos tres días de estancia en Glentoran. Allí probé la cerveza negra y a punto estuve de vomitar aquel brebaje que se tomaba caliente y mezclado con mostaza.</span></strong><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"> </span></strong><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">El partido no despertó demasiada expectación y el público apenas se acercó al destartalado campo que presentaba, no obstante, un magnífico césped. La gente se lo tomó con calma y la gran mayoría se colocó detrás de la portería del Real Zaragoza.</span><br />
<span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Cuando terminó la primera parte contemplé, con sorpresa, cómo los aficionados bajaron de las gradas al terreno de juego, caminaron sobre la cuidada hierba y se ubicaron tras la otra portería, donde le correspondía jugar a los aragoneses. Jamás he vuelto a ver nada igual. En lo deportivo, no hubo rival ya que ganamos por 0-2 con toda tranquilidad. </span></strong><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;"></span></strong></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">La vuelta, un par de semanas más tarde, fue sentenciada con media docena de tantos, una de las mayores goleadas internacionales del Real Zaragoza en más de treinta anos de historia. En la eliminatoria siguiente nos apeó de la competición el potentísimo equipo de la Roma. Esa misma temporada radié mi primera final de Copa, que perdimos por 3-1 ante el Barcelona, después de eliminar al Athletic de Bilbao, Atlético de Madrid y Real Madrid. </span></strong><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-43208371338179104852011-06-24T17:15:00.003+02:002011-07-13T19:40:50.282+02:00CAPÍTULO XV. INGLATERRA 1966<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiapfyobKlHZSn3U06SZkQQUKDVWXcdyV4WfSzTOWpFJz5e3YtG43-tsw5dcuLm0s45L8p_JHi5gEEeK2yuX_2F_X56h9935EXAogtSXmRAGv1ww5wt9331CT1Puu1NOdOUr0btv_9gGdc/s1600/Foto+14++cap%25C3%25ADtulo+XV.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="312" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiapfyobKlHZSn3U06SZkQQUKDVWXcdyV4WfSzTOWpFJz5e3YtG43-tsw5dcuLm0s45L8p_JHi5gEEeK2yuX_2F_X56h9935EXAogtSXmRAGv1ww5wt9331CT1Puu1NOdOUr0btv_9gGdc/s400/Foto+14++cap%25C3%25ADtulo+XV.jpg" width="400" /></a></div> <style>
st1\:*{behavior:url(#ieooui) }
</style><br />
<div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">El éxito del Real Zaragoza en las Islas Británicas fue parejo al de Paco Ortiz con sus intensas retransmisiones. Su nombre ya sonaba a nivel nacional a través de «Carrusel Deportivo» y los dirigentes de la Cadena SER se fijaron en este joven locutor. Su voz fresca, cálida y juvenil gustó en Madrid, donde les interesaba incorporar a profesionales de otras emisoras locales para iniciar un proceso de colonización con las emisoras asociadas con una aparente descentralización.</span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"><br />
Su debut internacional fue precipitado, porque le llamaron para colaborar en la transmisión de los Campeonatos del Mundo de Inglaterra de 1966 a mediados de junio, en plenas vacaciones de verano. Recibió en Salou un telegrama de Radio Zaragoza donde le indicaban que se pusiera en contacto con Vicente Marco urgentemente.<br />
<br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">La conversación fue breve pero emocionante. No sabía qué decir, cómo reaccionar, cuando me comentó que iba a radiar con Pepe Bermejo los partidos de la selección española. Tenía sólo una semana para volver a Zaragoza, solicitar el pasaporte, tramitar el visado y tomar un vuelo a Londres. Iba a cumplir treinta y tres años y me daban, de manera inesperada, la noticia más importante de mi carrera.</span></strong></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Con la selección acudieron Carlos Lapetra y Marcelino, aunque no tuvieron una importante participación en favor de los veteranos jugadores del combinado español. La presencia de Paco Ortiz fue seguida con entusiasmo por los oyentes de Radio Zaragoza, que se incorporaron intensamente a las retransmisiones. Era otro mundo, una experiencia inolvidable que le aportó unos conocimientos fundamentales para su futura vinculación con la SER años después. <br />
<br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></strong></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Por mucho que me esfuerce soy incapaz de recordar mi llegada a Londres. Tengo una vaga idea de la casa en la que nos alojábamos Pepe Bermejo y yo, en un barrio periférico, lejos de la sede de la BBC, donde tuvimos que acudir para resolver el papeleo de las acreditaciones. Vivía en una nube porque me empezaba a codear con los periodistas más importantes del mundo, todos ellos mayores que yo. Estaba ebrio de emociones en un ambiente de gloria futbolística. Afortunadamente guiaban mis primeros pasos Vicente Marco, Jorge Jarner -el jefe técnico-, Fernández del Campo -corresponsal en Inglaterra de la SER- y Pepe Bermejo, que allanaban cualquier escollo y me introducían en esa fabulosa selva radiofónica internacional. </span></strong></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Ambos locutores iban a cubrir los partidos que España disputaría en Sheffield y Birmingham, mientras que el resto del equipo comentaría los otros encuentros del Mundial desde los estudios de la radiotelevisión británica en Londres. Llegó el gran día, su primera transmisión en la SER, su primer partido de la selección española, su primer Campeonato del Mundo... Todo estaba preparado en el estadio, la BBC había dispuesto el complejo equipamiento técnico en una tribuna para casi doscientos comentaristas de todos los puntos de la tierra. Faltaban dos horas para el comienzo del partido entre España y Argentina.<br />
<br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></strong></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Aquello era impresionante, mi mente captaba las luces, las formas, los sonidos y hasta los olores. No quería perderme ni un solo detalle. Media hora antes del encuentro comencé a dirigirme a los estudios de Madrid solicitando confirmación de la señal que enviaba desde mi puesto de comentarista. Estaba nervioso porque el tiempo pasaba y no escuchaba respuesta y me dirigí preocupado a uno de los sincronizadores de sonido que nos atendía. Con aire molesto, altivo y ofendido, me respondió que no me preocupase. Al fin y al cabo, se trataba de una transmisión realizada por la BBC.</span></strong></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Pocos minutos más tarde escuchó débilmente la voz de los técnicos de Madrid, ratificando el perfecto sonido que les llegaba desde el estadio: «Todo perfecto, Paco. Te oímos claro y fuerte. Enviamos retorno de la emisora. En seguida metemos la careta de entrada y después iniciáis la retransmisión Pepe y tú. ¡Suerte!»</span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Bermejo, con más experiencia, dejó que fuera calmando su ansiedad con esa pequeña conversación. Era un hombre serio pero cordial, poco amigo de las bromas aunque un excelente compañero. Él sabía que los prolegómenos siempre eran tensos y que el peso de la responsabilidad atenazaba a cualquiera, más aún si se trataba de un joven de provincias que empezaba a rodarse en la cadena privada más importante del país. Paco Ortiz no era ni mucho menos un novato, pero unos Campeonatos del Mundo y en la SER imponían a cualquiera.<br />
<br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></strong></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">No encuentro palabras para describir mi estado de ánimo cuando anunciaron la conexión y comencé a hablar. Me sabía al dedillo los números y los nombres de los jugadores argentinos y a los nuestros los conocía de sobra. Mi preocupación estaba en el ritmo que debía darle al partido, la emoción que tenía que poner en cada jugada y la compenetración con Pepe Bermejo, un experto y magnífico relator de partidos. Los jugadores albicelestes eran capaces de abrumar a cualquiera: Pinino, Artime, Ónega, Rattin, Perfumo, Marzzollini... </span></strong></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El partido era claro para los argentinos, que desbordaban a nuestra selección. Mediada la segunda parte, el marcador era de 1-0 para los rivales. Pero España reaccionó y a las cinco y veinte de la tarde, hora local, canté mi primer gol en un mundial. Fue Pirri, tras una jugada personal, quien batió al meta sudamericano. A partir de entonces, las palabras surgieron solas de mi garganta y olvidamos el tono gris del encuentro para sucedernos en la narración de las jugadas de ambos equipos. </span></strong></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Lamentablemente, de nuevo Artime ponía las cosas en su sitio y conseguía el segundo gol para su selección. Argentina había ganado con justicia a un desdibujado combinado español que empezaba a cavar su fosa en Inglaterra, dos años después de la conquista de la Copa de Europa de Naciones. </span></strong></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Pero la decepción de la derrota no menguó mi satisfacción personal. Esa noche apenas pude dormir recordando cada una de las frases expresadas y los momentos imborrables de una retransmisión histórica para mí.</span></strong><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-75563868648216442612011-06-09T17:18:00.000+02:002011-07-12T17:42:27.194+02:00CAPÍTULO XVI. EN TIERRA EXTRAÑA<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh9YhkCwWodB2QE_vF9VCnZMfO7bDsdYwlqqVp62Mm7lKVSPqHh148FexmywzhRhKLwdnUxlD3cX1bti81FO3cTmqg6br2EMv0cf42gtTTedxPbY_7tgDm9FT_E1AzeeLqO3UQHEKwZqB4/s1600/Foto+15+cap%25C3%25ADtulo+XVI.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="255" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh9YhkCwWodB2QE_vF9VCnZMfO7bDsdYwlqqVp62Mm7lKVSPqHh148FexmywzhRhKLwdnUxlD3cX1bti81FO3cTmqg6br2EMv0cf42gtTTedxPbY_7tgDm9FT_E1AzeeLqO3UQHEKwZqB4/s400/Foto+15+cap%25C3%25ADtulo+XVI.jpg" width="400" /></a></div><br />
<div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">La radio no era entonces como ahora. Había tiempo para descansar, para pisar el asfalto de las calles de Londres, para comprobar si era verdad o no aquello del «puré de guisantes». Los periodistas no se lanzaban como una jauría de lobos sobre el seleccionador, ni los teléfonos portátiles acosaban a los jugadores. No había competencia; era el trabajo del medio oficial y de una cadena que comenzaba a escalar en la audiencia, tutelada por el Gobierno. Por eso, Paco Ortiz podía permitirse el lujo de respirar el aroma de una ciudad llena de contrastes, la más grande que había conocido en su vida. En Sheffield, pocos días después, disfrutó de una anécdota graciosa que le hizo ser mucho más cauto en lo sucesivo. En los prolegómenos del partido contra Suiza, el 15 de julio, bromeaba con los técnicos de Radio Madrid sobre el aspecto y los comentarios de un locutor soviético que estaba a su lado: «Junto a mí tengo a un ruso que no le entiende ni su padre»,<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"> </span></b>dijo riéndose de su colega. El ruso se volvió con rostro simpático hacia él y le dijo en perfecto castellano: «Pues yo a ti, si».<br />
<br />
Fue una manera de recibir el impacto de un mundo que se le mostraba con una velocidad de vértigo, sin apenas tiempo para contemplarlo en toda su extensión.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Se me subieron los colores a la cara, no supe que contestarle. Le pedí disculpas, que aceptó de buen grado, y ya de vuelta al hotel, más de un vodka calentó nuestros estómagos. Llegó incluso a proponerme ir a Radio Moscú para los programas que emitían para Sudamérica. Naturalmente, decliné su sincera invitación. Por aquel entonces, hablar tan solo del «demonio comunista» ponía los pelos de punta.</span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Volviendo al partido de fútbol que España jugaba contra Suiza, fue el único de los tres que sirvió de satisfacción a la delegación española en Inglaterra. Se derrotó con claridad a un rival inferior, al que había que superar como fuera para tener posibilidades de completar un digno papel.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El campo de Hillsborugh se me antojó antiguo, vetusto. Suiza aprovechó el nerviosismo de nuestra selección y comenzó marcando. Con 0-1 terminó la primera parte, a la que apenas pudimos dar emoción pese a nuestros esfuerzos. Pero en la reanudación todo cambió, empujó mucho más España y empató el partido... canté mi segundo gol español, y después el tercero, en una genial jugada de Gento que dejó atrás a los defensas suizos y se enfrentó en solitario al meta Elsener. ¡Qué golazo! Mi garganta quedó rota, pero me embargaba una satisfacción difícil de explicar. ¡Habíamos ganado! </span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Enfrentarse a la selección alemana era todo un reto, las posibilidades de ganar eran casi nulas. Pese a todo, la recuperación apreciada en el segundo encuentro abría las esperanzas incluso a los más pesimistas. <br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Fusté nos adelantó en el marcador y los jugadores se crecieron. El equipo adversario se desorientó y permitió la creatividad española. Fueron minutos deliciosos de radiar, diciéndole a la gente que ese partido se podía ganar, que el milagro era posible... Pero allí estaba mi admirado Franz Beckenbauer, que ordenó el juego teutón hasta convertirlo en una apisonadora. Emmerich, con una gran dosis de fortuna consiguió el 1-1 y Uwe Seeler, el 2-1 con el que terminó el partido. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">No fue justo, no merecimos en modo alguno esa derrota. La selección había realizado su mejor partido y caía derrotada ante los que iban a ser finalistas.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"> </span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"><br />
<br />
</span></b></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">La eliminación provocó un reajuste en el equipo de la SER, dado que la competición había perdido interés. En la sede central de la BBC en Londres, Vicente Marco y Quilates llevaron todo el peso del trabajo. Era una labor periodística, metódica y muy difícil, ante el rechazo que suponía en España todo lo que sonase a Mundial de Inglaterra.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Eran auténticos maestros, yo absorbía como una esponja su metodología de trabajo, sobre todo la organización esquemática de la programación del «jefe</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"> </span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Marco». El aún tenía reservada para mí una sorpresa que me hizo palidecer,</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"> </span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">pero a la que respondí con decisión. Era otro reto que debía superar en mi</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"> </span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">carrera.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"><br />
<br />
</span></b></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">La final de los Campeonatos del Mundo de 1966 estaba a la vuelta de la esquina con ese impresionante Inglaterra-Alemania, veinte años después de la Segunda Guerra Mundial. La SER no tenía puesto de comentarista en Wembley pero el partido había que transmitirlo. Vicente Marco le hizo un aparte a Paco Ortiz en los interminables pasillos de la BBC la víspera del encuentro y le dijo mirándole a los ojos: «Paco, hay que hacer un esfuerzo. ¿Te atreves a radiar la final a través de un monitor de televisión?» Era un auténtico reto profesional. En aquellos años no existía el despliegue de cámaras, las posibilidades tecnológicas, la calidad de imagen a la que estamos acostumbrados actualmente. Se emitía en blanco y negro, por supuesto, con un plano general del campo que dificultaba el reconocimiento de los futbolistas. Comentar así el partido constituía un riesgo difícil de asumir hasta para un experto locutor, pero era una oportunidad única para él. Le dio con fuerza la mano al «jefe Marco» y le contestó afirmativamente. «Está hecho. Radiaré la final». «No será fácil», aseguró Vicente. «Tranquilo, amigo, saldrá bien», respondió mi padre.</span><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Al día siguiente comieron frugalmente cerca de la sede de la BBC y prepararon con esmero la retransmisión. Había nervios, ansiedad, ilusión y cierto temor por la responsabilidad.<br />
<br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Cuando llegué a un gran salón que habían preparado para casi un centenar de locutores con diez grandes pantallas de televisión, sin mamparas de separación entre nosotros, unos enormes butacones y micrófonos por todos lados, casi me arrepentí de la decisión tomada. Yo creía que cada uno íbamos a tener nuestro monitor, que íbamos a estar en un lugar propio, pero el maremágnum era capaz de asustar a cualquiera. Era una auténtica torre de Babel, hablando cada uno en su idioma y a grito pelado. En la pantalla, tan solo teníamos una toma general del campo que a los pocos minutos resultaba ya aburrida. Había que echarle muchos redaños al asunto y ponerle una gran imaginación a la narración. El sonido ambiente se escuchaba perfectamente a través de los auriculares y acompañaba a la transmisión. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Vicente Marco insistía en que el oyente de la SER debía tener la convicción de que estábamos in situ, en el emblemático estadio de Wembley. Pero por mucho que se empeñase no era así, el estadio quedaba a varios kilómetros y no era lo mismo verlo en televisión que en el mismo campo. </span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Se introdujo pronto en la magia de la final y se convenció a sí mismo de que estaba viendo el partido en directo. Marco sonreía a medida que el tiempo iba pasando y la tensión se iba dulcificando hasta desaparecer. Al final, el veterano periodista le dio un abrazo y con su habitual laconismo -no exento de cariño y admiración por el esfuerzo-, le dijo: «Perfecto, Paco». Estaba destrozado y con los ojos enrojecidos de tanto escrutar jugadores en una pantalla hostil, a varios metros del sillón de tortura. La gran prueba había pasado con éxito y jamás olvidaría esas dos horas de pasión controlada.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Tuve la inmodestia, la curiosidad de preguntar a una de las auxiliares de prensa que nos atendían en el booking, por la fecha de nacimiento de los comentaristas enviados especiales al Mundial. Debí caerle simpático, porque se tomó la molestia de comprobar el montón de fichas que tenía en un archivador. Para ayudarla, le indiqué que yo había nacido en 1933. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Más de una hora después, me confirmó que era el más joven de todos. Puede parecer una tontería, pero me llenó de orgullo el título honorífico que me autoimpuse en ese momento. Horas más tarde, cuando el avión de Iberia despegó del aeropuerto de Londres, se me humedecieron los ojos. Todo había pasado, podía respirar tranquilo. Le pedí a la azafata de vuelo un gin-tonic y le di gracias a Dios por su silencioso pero imprescindible apoyo.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-18689558196643199312011-06-08T17:22:00.000+02:002011-07-12T17:43:43.320+02:00CAPÍTULO XVII. SUS PRIMEROS MAESTROS EN EL FÚTBOL<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiigkj0cy3dXkzOtm_beAPCpxfa2nyAqJpPguJ3XB6PJ2FPIsThkkvNVPrSZuOorRBvtON_n4nMO3sJn4Jdvt_EM5pxCUL0Rz-jgMVfuOD2wRbW_l686JstgKh6ZLL_8eZoBsYr4NezC1I/s1600/Foto+12+cap%25C3%25ADtulo+XIII.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiigkj0cy3dXkzOtm_beAPCpxfa2nyAqJpPguJ3XB6PJ2FPIsThkkvNVPrSZuOorRBvtON_n4nMO3sJn4Jdvt_EM5pxCUL0Rz-jgMVfuOD2wRbW_l686JstgKh6ZLL_8eZoBsYr4NezC1I/s400/Foto+12+cap%25C3%25ADtulo+XIII.jpg" width="303" /></a></div><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Acompañar al Real Zaragoza en sus viajes por Europa le permitió ingresar en el club de los más selectos periodistas deportivos. Atendiendo sus comentarios, observando su forma de actuar, incorporando sus métodos, tardó poco en ser incluído en un grupo de gran prestigio y que no aceptaba nuevos socios con facilidad.<br />
<br />
</span><br />
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Al iniciar mi camino internacional sentía un regusto especial cuando intercambiaba opiniones con personalidades como las de Rienzi, Cronos, Gilera, Antonio Valencia, Miguel Ors, Belarmo o Pedro Escartín. Escucharles era aprender, y poder expresarme ante ellos, una satisfacción. Por la diferencia de edad me acogieron con simpatía y me dejaron entrar en un círculo al que no todos tenían acceso. Llegamos a tal grado de confianza que, en ocasiones, cuando se jugaba en los países del Este y las comunicaciones telefónicas les desesperaban por la demora, ofrecía mi línea microfónica para que les grabasen las crónicas en Zaragoza y enviarlas a sus respectivos periódicos. </span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Le impresionaba el fino estilo literario de Antonio Valencia, capaz de convertir un artículo en una bella página narrativa; o la profundidad y el estudio analítico de Cronos que, con dos frases, era capaz de resumir los noventa minutos de un partido. Con los años, se atrevió a llevarles la contraria simplemente por estimular su ingenio pero, la mayoría de las veces, sus razonamientos eran finalmente compartidos por el joven locutor. <br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">En una ocasión, el maestro Cronos me dio una lección que jamás olvidaré: cansado de que le llevase la contraria, me comentó que si tuviera mi voz, con lo bien que escribía, me quitaría el puesto. Aquella cariñosa reprimenda me dio que pensar, aunque jamás le di la razón, seguramente por esa absurda vanidad de los principiantes.</span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Hace ya tiempo que se separó de la competitividad, de la lucha por la noticia, de las frecuentes zancadillas que suelen aparecer en el camino del éxito. Su estilo era más reposado, propio de sus veteranos maestros de los años sesenta. <br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Mis compañeros de Zaragoza siempre me han tratado bien, nuestra relación ha sido correcta y respetuosa, sin ningún tipo de competencia entre nosotros. Recuerdo a Vigil Escalera, Miguel Gay, José María Doñate, Javal, Martín de Urrea y Alfonso Zapater. Los recortes de prensa que conservo de ellos son también parte de mi vida en la radio. Guardo con especial ilusión las crónicas que escribí para el suplemento deportivo de la «Hoja del lunes» a petición de otro gran periodista, Ángel Castellot. Él se empeñó, cuando comenzaban a triunfar los «magníficos», que fuera yo quien escribiese las crónicas. La experiencia duró poco aunque fue muy provechosa porque, cuando llegaba a Zaragoza y leía el texto, pocas veces quedaba satisfecho; decididamente, lo mío era hablar, comunicar, mucho más que escribir.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-30741616723583706472011-06-05T17:26:00.000+02:002011-07-12T17:44:35.360+02:00CAPÍTULO XVIII. EL "ONDAS" AL MEJOR LOCUTOR<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKMKm0EO5SwfitFfx0gglp-yyqHI1K6XygizA646txt_cPFO94XsIs8dq6KTuAzbFPA85En9BUDRjpPw9oLF-ShU2X9G0T2s0FAtnMQ8CuAwVSHHCX3xK9xdzLwGnVYAtlTMUn6PHhFB0/s1600/Foto+16+cap%25C3%25ADtulo+XVIII.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="350" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKMKm0EO5SwfitFfx0gglp-yyqHI1K6XygizA646txt_cPFO94XsIs8dq6KTuAzbFPA85En9BUDRjpPw9oLF-ShU2X9G0T2s0FAtnMQ8CuAwVSHHCX3xK9xdzLwGnVYAtlTMUn6PHhFB0/s400/Foto+16+cap%25C3%25ADtulo+XVIII.jpg" width="400" /></a></div><br />
<div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Los años sesenta fueron extraordinarios, con una apertura al exterior de nuestro país imposible para la gran mayoría de los españoles, y al Aragón profundo de los pueblos. El entonces director de Radio Zaragoza, Julián Muro Navarro, le propuso viajar por los pueblos de Aragón para que su voz tuviera rostro en centenares de localidades donde la radio era su única conexión con el mundo. El resultado en los programas cara al público y los concursos realizados en el Pasaje Palafox, pronosticaba un éxito arrollador. De ese modo, el programa «Por las tierras de Aragón», se prolongó durante más de dos años, convirtiendo su vida en un auténtico peregrinaje por caminos de tierra, carreteras, estaciones y aeropuertos: de Leeds se marchaba a Monzón, de Alfajarín a Salónica, de Turín a Remolinos... el colofón fue la Copa del Mundo de 1966 en pleno éxito del Real Zaragoza en la Copa de Ferias. Desde la dirección de la emisora se solicitó el Premio Ondas, un galardón muy difícil de obtener por los profesionales que concurrían y la juventud del locutor, tan solo treinta y cuatro años.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Casi tenía olvidado el asunto cuando, una noche de finales de septiembre, me llamó a casa Lisardo de Felipe, que unos años más tarde llegaría a ser redactor jefe de Radio Zaragoza y posteriormente jefe de prensa de las Cortes de Aragón. Con la voz atenuada por los nervios, me comunicó que lo había conseguido y que le alegraba mucho ser él quien me lo comunicase.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Los días siguientes, las fotografías y los reportajes publicados en la prensa local, dispararon todavía más su popularidad. Eran momentos de felicidad, de éxito, que llegaron a su culminación con la ceremonia de entrega en Barcelona, cuna de los premios Ondas, junto a profesionales de la comunicación, músicos, actores y otras estrellas internacionales del espectáculo.<br />
<br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">No recuerdo al resto de compañeros premiados en las distintas modalidades, porque todos quedábamos anulados ante la presencia de Roger Moore, galardonado por su interpretación del personaje de «El Santo», una serie de televisión de gran éxito en esos momentos. Tuve la suerte de recoger mi premio, durante la cena de gala de entrega de los Ondas, justo antes de Roger Moore. Recibí la pesada estatuilla (un águila sobre una columna y un pedestal de mármol), que casi se le cae de las manos a la anciana señora que me lo ofrecía con la súplica en sus ojos de que lo cogiera pronto. </span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;"></span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Me volví y tropecé con aquel simpático gigantón que me llevaba casi treinta centímetros de altura. ¡Qué impresión! «El Santo» se quedó quieto delante de mi, aplaudió y luego me dio una cariñosa palmada en la cara antes de recoger su premio. Allí estábamos los dos, delante de todo el mundo, cara a cara en una situación que jamás había pensado sucediese.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-42936421175902150212011-06-04T17:31:00.000+02:002011-07-12T17:45:45.783+02:00CAPÍTULO XIX. ALREDEDOR DEL MUNDO<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh3nv2LYFSRxI97zsZfUpH4Kf3qP56tQgXXgHnwfCCZtxxQH-N9qazVScHm1ozw9u-lt0WLecIpXvva6CxghopA1gpzjUokxPf2uu5dYlCTvu9xJFboIGd_M1RHMd-DR_ApUEHHD58duQY/s1600/Foto+17+cap%25C3%25ADtulo+XIX.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="247" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh3nv2LYFSRxI97zsZfUpH4Kf3qP56tQgXXgHnwfCCZtxxQH-N9qazVScHm1ozw9u-lt0WLecIpXvva6CxghopA1gpzjUokxPf2uu5dYlCTvu9xJFboIGd_M1RHMd-DR_ApUEHHD58duQY/s320/Foto+17+cap%25C3%25ADtulo+XIX.jpg" width="320" /></a></div><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">El planeta es cada vez más pequeño y viajar se ha convertido en algo natural, dadas las posibilidades de encontrar un destino que nos agrade y unas condiciones de pago acordes a nuestro presupuesto. Pero realizar un desplazamiento profesional y más como enviado especial a un evento deportivo, es algo completamente distinto. Recordar la tensión de los países del Este cuando estaban subyugados al régimen soviético e incluso el miedo en sus fronteras, parece ahora una novela de ciencia ficción. <br />
<br />
</span><br />
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El Real Zaragoza jugaba por segunda temporada consecutiva la Copa de la UEFA, en un intento de reedición de los éxitos de los «Magníficos» por el continente. En la fase más oscura del comunismo checoslovaco, el equipo tenía que jugar en Bratislava, encrucijada de espías y agentes del servicio secreto de los países involucrados en la «guerra fría». </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Aterrizamos en Viena y tomamos un autobús para cubrir por carretera el trayecto hasta la frontera. Una vez fuera de la Europa libre, irrumpieron en el vehículo cinco o seis soldados fuertemente armados. Bajaron las maletas del autobús y registraron cada rincón del equipaje. Cuando creíamos que todo había terminado, un oficial del ejército comunista fue entregando los pasaportes uno a uno después de comprobar las fotografías. Me obligaron a descender del vehículo, pero me resistí hasta que me acompañó el intérprete. En el puesto de control, un lugar mal iluminado y con unos muebles desvencijados, otro oficial me indicó que me sentara frente a él, en una mesa donde había una porra y unas esposas. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Él jugueteaba con una pistola, mientras miraba mis documentos y mi rostro. Entonces comprendí el problema: en esos momentos yo tenía una poblada barba negra y en el pasaporte estaba sin ella. El intérprete me dijo que tenía que rasurarme la barba y que en el lavabo tenia brocha, jabón y una maquinilla de afeitar. Me resistí, apelé a los derechos humanos, dije que era periodista... ninguno de mis razonamientos influyeron en su decisión. Comentó que allí mandaba él y que ningún superior iba a tomar cartas en el asunto. Que, o me afeitaba, o no pasaba el control para acceder a Checoslovaquia. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Tuve entonces una luminosa idea: le indiqué al intérprete que le tradujera de la manera más convincente si ocurriría lo mismo a la inversa. Es decir, si tendría que esperar tres meses en el control de pasaportes si en la foto llevase barba y en la actualidad no. Se quedó pensativo, telefoneó a alguien y escribió unas líneas en los papeles del visado. A empujones, abandoné la miserable habitación y antes de volver al autobús, el intérprete me sugirió que no se me ocurriera afeitarme, ya que en mi documentación se hacía constancia expresamente de que estaba autorizado a pasar con barba.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"><br />
<br />
</span></b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Las crónicas previas a un partido suelen enviarse desde el hotel de concentración o desde el mismo escenario del encuentro. Los teléfonos móviles han constituído un avance en este sentido, pero hace unos años -si se deseaba realizar un reportaje completo con los jugadores, directivos o entrenador- era costumbre acudir a la radio estatal y solicitar un estudio para el montaje y posterior transmisión por línea microfónica. Desconocer el idioma local es uno de los graves problemas que los informadores tenemos que superar; una cosa es hablar más o menos bien el inglés y, otra muy distinta, cuando los nativos insisten en expresarse en flamenco, sueco o alemán.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Una vez fui con todo el material grabado a la sede de la radiotelevisión suiza y pregunté por el estudio que me habían asignado para enviar las entrevistas. Creí entender que era el «número seis» y me aventuré por los largos pasillos del enorme edificio estatal. Ascensores arriba y abajo, gente apresurada de un lado a otro, total que nadie me hacia caso cuando preguntaba dónde estaba el dichoso estudio. </span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;"></span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Al final, por casualidad, lo encontré y accedí a un auditorio con capacidad para cien personas. Sorprendido, permití que una amable señorita me condujera al centro del escenario junto a un piano de cola. El público aplaudió al verme y me quedé petrificado. La mujer me empujó, hablaba en alemán con tanta rapidez y energía que me aturdió. Tomé por un brazo a mi ocasional acompañante y salimos del recinto. Menos mal que ella hablaba algo de italiano y se deshizo el entuerto: esperaban a un pianista ruso que iba a grabar un concierto y se habían creído que era yo. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">No sé si el pobre hombre al final encontré el dichoso estudio, o se había encontrado una habitación con un micrófono y dos magnetofones, sin espectadores que le arropasen... pero yo me fui al número dieciséis que era el que me correspondía desde un principio, según la divertida joven que rió con ganas al comprender el malentendido.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-26350687522115455002011-06-02T17:34:00.000+02:002011-07-12T17:46:36.565+02:00CAPÍTULO XX. LA PUBLICIDAD COMO ALTERNATIVA PROFESIONAL<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdwekyx5F3BcenFWFlp9r_A-rJsbbeOUiIFZEvC1L7L2Fxvp2JFVClftzdkvdLty-7rTEnXuE6eqsnu24MP64de89EMBsP6jUHZXRGRoqccD85GpPEuX-i9fWL4RSA5r4IYJYyKoTjptI/s1600/Foto+19+cap%25C3%25ADtulo+XX.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="315" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdwekyx5F3BcenFWFlp9r_A-rJsbbeOUiIFZEvC1L7L2Fxvp2JFVClftzdkvdLty-7rTEnXuE6eqsnu24MP64de89EMBsP6jUHZXRGRoqccD85GpPEuX-i9fWL4RSA5r4IYJYyKoTjptI/s400/Foto+19+cap%25C3%25ADtulo+XX.jpg" width="400" /></a></div><br />
<div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">La radio era un medio ideal para desarrollar la creatividad publicitaria. No resultaba muy cara y podía realizarse en los diferentes programas de la parrilla, cara al público y a través de reportajes especiales. Durante muchos años, gracias a la popularidad que le dio el fútbol, Paco Ortiz fue el espíritu de grandes firmas como Spar, Paymar, La Zaragozana y Galerías Primero. Cada una en su época tuvo en la voz de mi padre una identificación instantánea y un asesoramiento personal que fue productivo para todas las partes. En 1972 creó «Special Publicidad», una agencia que en sus orígenes se encargaba solamente de coordinar las acciones comerciales de Spar y que se mantuvo activa durante veinticinco años. La inauguración de estos novedosos e inéditos establecimientos en los pueblos de Aragón fue una auténtica revolución. Este acto, que contaba con la bendición del cura y la presencia del alcalde y del comandante de puesto de la Guardia Civil, se grababa en un magnetofón y se emitía al día siguiente por la radio. José María Solanilla, gerente de la distribuidora, le instaló un despacho en las naves de la carretera de Cataluña, que nunca llegó a ocupar, empeñado en atraerle como director comercial a su empresa. A cambio, le ayudó en el montaje de la agencia en su primera ubicación, en la calle San Miguel esquina Independencia, donde controlaba la producción publicitaria.</span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"><br />
Otros clientes, más o menos duraderos, debieron su éxito a imaginación de Paco Ortiz más que a la calidad de sus productos, que fueron mejorando gracias a la necesidad ofrecer una garantía acorde con el comunicador. Estas empresas confiaron sus campañas a Special Publicidad, que se abrió a otros medios diferentes a la radio para una comunicación más integral y participativa. No todos supieron reconocer su dedicación generosa y se aprovecharon de su buena voluntad para rentabilizar, con otros compañeros de viaje, las ideas previamente concebidas en campañas llenas de ilusión. Pero él disfrutaba con cada campaña como si fuese una auténtica aventura.<br />
<br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Recuerdo programas publicitarios como «el personaje misterioso», que tuvo un impacto increíble en la audiencia. Cada día y a distintas horas, decía de pasada algún dato sobre él. Comenzábamos con un premio para entonces fabuloso, doscientas mil pesetas, y cada día se rebajaba mil pesetas si no había acertantes. Todos las tardes a las seis, me colocaba con un magnetofón en un estudio e iba grabando las respuestas de los oyentes. Al «personaje misterioso» solamente lo conocíamos el notario, el director, el jefe de programas y yo, que guardaba en un sobre cerrado la solución. Tan popular se hizo el concurso, que las colas llegaban desde la emisora hasta el edificio de Correos y Telégrafos. Hubo días que tuvimos que solicitar la colaboración de la Policía Municipal para poner orden entre los alborotados oyentes. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">También el programa de Chocolates Hueso, «el dulce dinero», o «mi sopa» de Gallina Blanca, tuvieron un gran eco en la radio. Pero quizás el más entrañable para mi fue «Historias de Natacha», un espacio comercial de cinco minutos emitido en cadena. Escribía el guión y lo realizaba técnicamente yo mismo, aunque la dulce voz de Natacha la ponía Cristina, mi mujer. Nadie lo sabía, ni en la emisora ni en Madrid, porque acudíamos a horas intempestivas para grabar los programas y evitar que se descubriera el pastel. Su interpretación fue impecable y ahora me arrepiento por mi exigencia y escasa paciencia, sin que tuviera ningún detalle con ella.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Nunca se me olvidará un momento que se quedó grabado en mi mente, cuando yo tenía diez o doce años. Todos los días, a las tres de la tarde, escuchábamos un programa de un cuarto de hora patrocinado por Cámara Óptico que se llamaba «Compás». Mi padre nos juntó a mi madre, a mi hermano Pedro y a mí en el cuarto de estar, para prestar más atención a la radio. Él terminó diciendo: «Y hasta aquí, Compás, en Radio Zaragoza. Ha sido un placer compartir con todos ustedes este tiempo de radio. ¡Hasta siempre!» Me quedé helado, había terminado un programa al que él le tenía mucho cariño y contó con nosotros para vivir juntos ese momento de pena. Ninguno de los dos pequeños dijimos nada mientras mis padres se abrazaban.</span></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-70792032866269347312011-05-30T17:47:00.002+02:002011-07-12T17:50:46.552+02:00CAPÍTULO XXI. COMIENZA LA AVENTURA<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEimGNx6rwjZcu6SUJvIJQ5s3Z1-Kix2wbzN4ZgwFWyJK3XnJa1K1gTcKLmTeeJQP3PmW8fgUM0xUXsdd0dTUIe6ogatMYKZ61dCqaDq7uvypFiuYh6OK5U4C-niapb3DtqIpZtNf8NqWvs/s1600/Foto+20+cap%25C3%25ADtulo+XXI.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEimGNx6rwjZcu6SUJvIJQ5s3Z1-Kix2wbzN4ZgwFWyJK3XnJa1K1gTcKLmTeeJQP3PmW8fgUM0xUXsdd0dTUIe6ogatMYKZ61dCqaDq7uvypFiuYh6OK5U4C-niapb3DtqIpZtNf8NqWvs/s320/Foto+20+cap%25C3%25ADtulo+XXI.jpg" width="233" /></a></div><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">El histórico partido de Belgrado en 1977, con el extraño tanto de Rubén Cano y el botellazo a Juanito, fue el arranque de los Campeonatos del Mundo de Fútbol de 1978 en Argentina. Junto a la alegría del triunfo, se adhería como una mancha indeleble el terror que vivían en aquel país sus ciudadanos, víctimas de la dictadura militar. La represión fue brutal ante la presencia de miles de periodistas de todos los puntos cardinales durante casi dos meses, para evitar que nada trascendiera a la opinión pública internacional. Pero en España, en pleno proceso democrático, se vivía una gran fiesta y el optimismo se reflejó en los enviados especiales a Buenos Aires.<br />
<br />
</span><br />
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Era la primera vez que cruzaba el charco y lo hicimos volando en clase preferente, con parada incluída en Río de Janeiro. Viajábamos Enrique Blanco, Vicente Marco y yo, porque García tenía previsto llegar unos días más tarde. El «grueso» de la expedición era Enrique, tan corpulento como buen amigo y excelente técnico. Capaz de, con dos alambres y un tornillo, salir a antena en las mejores condiciones. Junto a su capacidad destacaba su arrolladora personalidad, algo socarrona, pero entrañable y cordial. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Con Vicente Marco era un placer ir a cualquier parte, ya que era el jefe de expedición ideal: lo tenía todo controlado y actuaba con tanta naturalidad, que era imposible que algo saliera mal. Formamos un excelente equipo, sin ningún roce en cuarenta días de convivencia en un país extraño y con una exigencia profesional muy distinta a la de Inglaterra doce años antes. </span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">La llegada de los enviados especiales al recién inaugurado aeropuerto de Ezeiza se produjo bastante antes del comienzo del evento, por lo que todavía la capital bonaerense no estaba colapsada ni por los medios extranjeros de comunicación ni por las tropas del ejército de Videla. El tratamiento de los funcionarios argentinos fue exquisito y aparentemente la vida social no ofrecía ningún tipo de señales que reflejase la situación real. <br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Del aeropuerto y antes de instalarnos en el hotel Plaza, pasamos por Radio Rivadabia para comprobar si los servicios que habíamos requerido estaban dispuestos. El recibimiento que tuvimos en la popularísima emisora fue sensacional, inesperado; como quien vuelve a ver a un amigo después de muchos años de ausencia. Nos instalaron en el famoso «módulo 40», en el centro de la Radiotelevisión Argentina. Allí íbamos a pasar la mayor parte de nuestra estancia en aquel país y nuestros colegas se encargaron de acondicionarlo para nuestra comodidad. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Aún así, Enrique Blanco se dispuso a darle sus toques personales al estudio desde donde retransmitiríamos para toda España centenares de horas de radio. Al momento se presentó el histórico relator de las Américas, el espectacular «gordo» Muñoz del que teníamos referencia por sus impresionantes narraciones de la selección Argentina por todo el mundo. Nos saludó y se puso a nuestra disposición, abrumándonos con su extraordinario don de gentes y amabilidad. Semanas más tarde, cuando España quedó eliminada, tuve la oportunidad de estar junto a él y aprender de ese portento de locutor deportivo. Su capacidad de improvisación, el liderazgo que ejercía sobre un completísimo equipo y la increíble terminología que utilizaba en las retransmisiones, superaba todo lo que jamás había escuchado. </span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Antes del comienzo del Mundial se jugó un amistoso en Montevideo, donde fue una fiesta la presencia de la selección española. Ya con García al frente de la expedición, el tratamiento de los medios informativos fue espectacular, con multitud de entrevistas en las estaciones radiofónicas uruguayas. La voz de Paco Ortiz llamó la atención porque «hablaba como en el teatro», e incluso tuvo que grabar diferentes emites de una de las emisoras más importantes de allí. De vuelta a Buenos Aires, volvió a repetirse el tedioso trámite de las acreditaciones de prensa. <br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El centro de prensa estaba en el mismo estadio del River Plate. Toda la tribuna Belgrano había sido habilitada para los medios de comunicación audiovisuales. Al llegar al vestíbulo central, después de pasar por varias barreras de vigilancia, encontramos amplios ascensores que nos comunicaban con los servicios de acreditación. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Todo era amabilidad, con bebidas y canapés gratis... querían dar al mundo la sensación de una Argentina desarrollada y moderna a través de los mil quinientos periodistas acreditados, pero la tristeza de su pueblo se delataba en el rostro de los bonaerenses. Si aquel Mundial fue un ejemplo de organización fue porque la dictadura militar se encargó de preparar la puesta en escena.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-46521880011808891582011-05-29T17:51:00.002+02:002011-07-14T20:19:09.950+02:00CAPÍTULO XXII. SE PRESIENTE EL FRACASO <style>
st1\:*{behavior:url(#ieooui) }
</style><br />
<div class="MsoNormal"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwlMubFbo3aWhjUUOliBzYPQa_4y06kQYK9kjDmtlnXQ6WQC140_KRksDGnqD5u0acjW4BtY-Uc8unI1NJvYfBTJdYgNWYeJPdDaz7_h4t7xrY4uHgS2bGc12nyI2_BQLTB7jI0iAVCgs/s1600/Foto+21+cap%25C3%25ADtulo+XXII.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="224" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwlMubFbo3aWhjUUOliBzYPQa_4y06kQYK9kjDmtlnXQ6WQC140_KRksDGnqD5u0acjW4BtY-Uc8unI1NJvYfBTJdYgNWYeJPdDaz7_h4t7xrY4uHgS2bGc12nyI2_BQLTB7jI0iAVCgs/s320/Foto+21+cap%25C3%25ADtulo+XXII.jpg" width="320" /></a><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">La selección española debutó en el estadio del Vélez Sarsfield el 3 de junio frente al combinado austríaco. El graderío estaba lleno, con muchísimos descendientes de españoles que habían acudido al campo para animar al conjunto de Kubala.<br />
<br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></strong></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">José María García y yo comenzamos la retransmisión con ímpetu y alegría, alentados por cincuenta mil espectadores que no dejaban de gritar, pero poco a poco el ritmo de la narración se iba desvaneciendo. España estaba jugando mal y los adversarios se crecían a medida que el tiempo pasaba. Kubala no acertaba en el planteamiento del partido y los jugadores estaban agarrotados. </span></strong></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Un error de Leal favoreció que Hansi Krankl nos apuntillase y consiguiera el tanto de la victoria contra pronóstico. La caja de las críticas se había destapado con durísimas acusaciones a «Lazsy» y un ambiente en «La Martona» que se podía cortar con tijeras. </span></strong></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">El segundo<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"> </span></strong>partido se disputó contra Suecia y el marcador resultó favorable a España por 1-0, pero las dificultades para la victoria y el escaso fútbol desarrollado sirvió para que toda la prensa nacional siguiera criticando al seleccionador.<br />
<br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></strong></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El meta Hellstroem tuvo su tarde. De nada sirvió el continuo bombardeo al que era sometido por Juanito, Santillana o Cardeñosa, porque lo paraba todo. La retransmisión fue nerviosa, emotiva, palpitante, pero el gol no llegaba. Permanecía escondido en mi garganta muy a pesar mío. Afortunadamente, Asensi logró el tanto de la victoria, que simplemente servía para ampliar la agonía.</span></strong></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Mar del Plata fue el siguiente punto de encuentro entre la actividad profesional y el conocimiento de una localidad maravillosa. La luz y la alegría, pese a los problemas políticos, inundaban sus calles. Tuvieron tiempo de pasear por ellas, de hablar con la gente, de comer abundantemente en sus restaurantes y de cantar en sus tabernas llenas de humo y nostalgia al borde del Atlántico. El rival de España era Brasil y las apuestas no le daban ninguna opción a los nuestros, que recordaban con amargura el desastre frente a los austríacos.<br />
<br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></strong></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El partido contra los cariocas fue angustioso por dos motivos: el fracaso parecía cantado y José María no llegaba a su puesto de comentarista. Yo había viajado dos días antes a Mar del Plata en ferrocarril mientras que García tenía previsto llegar con el «gordo» Muñoz esa misma mañana. Comencé sin él la narración, sonaron los himnos nacionales y el choque estaba a punto de dar comienzo. </span></strong></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Apareció en el momento de ponerse el balón en juego. Por señas, me indicó que el vuelo no había sido normal (su cara reflejaba el mareo de un viaje movido) y hasta pasado un cuarto de hora no se metió de lleno en los comentarios del encuentro.</span></strong><b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"><br />
</span></b><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"> </span></div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">El partido fue malo y los jugadores españoles se contagiaron del juego lento marcado por los brasileños. Aún así, había momentos, destellos donde parecía que el milagro podía llegar, ya que los rivales se vieron desbordados por las individualidades de nuestra selección.<br />
<br />
<strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";"></span></strong></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Mediado el segundo tiempo, un pase en profundidad de Santillana le dejó el balón en una inmejorable posición de remate a Cardeñosa. El portero estaba batido, en el suelo, toda la meta quedaba libre para el disparo del bético, pero su lanzamiento no tuvo la fuerza suficiente y fue desviado por un defensa en la misma línea de gol. Me quedé con la voz rota, a punto de cantar el tanto, pero este no llegó a materializarse. </span></strong></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Despedimos muy pronto la conexión totalmente decepcionados. Unos minutos más tarde, en uno de los pasillos que daban acceso a la sala de prensa, me encontré cara a cara con Cardeñosa. Estaba totalmente destrozado y me imploró con los ojos enrojecidos cuando iba a colocarle el magnetofón en la boca. Me fue imposible preguntarle nada y le dejé marchar a la sombra de su tragedia. En esos momentos fui más persona que profesional, pero no me arrepiento de mi decisión. Hubiera sido inhumano hurgar en su herida, sabiendo que ese error iba a marcar su futura trayectoria deportiva.</span></strong></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS", "sans-serif";">Más tarde, en el centro de prensa, minutos antes del programa en cadena Vicente Marco le preguntó desde el Módulo 40 de Buenos Aires si tenía voces de protagonistas.<br />
-¿Has visto a Cardeñosa?<br />
-Sí -respondió en voz baja.<br />
-¿Tienes entrevista?<br />
-No.<br />
-¿Por qué? -insistió Marco, con tono de disgusto.<br />
-¡Pues porque no, coño! No he sido capaz de preguntarle nada.<br />
El «jefe Marco» suspiró hondamente y no volvió a comentar nada del asunto.</span></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-12212241196159617442011-05-28T17:54:00.002+02:002011-07-12T17:58:47.606+02:00CAPÍTULO XXIII. EL DESÁNIMO TRAS LA ELIMINACIÓN<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhP4qU9vpLdO1Ba4m64IK_kmRD_OD6UkWRSr20sm3ikqCyg7P2j7-iusghrGV9fuleSUJbjLKWKUyZQCaUbKwMuC5416WECVToJo_G5XGXx90OAi8lg6PPRUWKtURfluJoEETZlgyxTZcs/s1600/Foto+22+cap%25C3%25ADtulo+XXIII.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhP4qU9vpLdO1Ba4m64IK_kmRD_OD6UkWRSr20sm3ikqCyg7P2j7-iusghrGV9fuleSUJbjLKWKUyZQCaUbKwMuC5416WECVToJo_G5XGXx90OAi8lg6PPRUWKtURfluJoEETZlgyxTZcs/s400/Foto+22+cap%25C3%25ADtulo+XXIII.jpg" width="288" /></a></div><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">España había sido eliminada, todo había terminado, la gran mayoría de los periodistas españoles hicieron sus maletas y regresaron a casa. José María García volvió en el primer vuelo a Madrid pero permanecieron en Buenos Aires Enrique Blanco, Vicente Marco y Paco Ortiz. La SER tenía que cubrir su programación especial, ya que otras cadenas y la propia televisión seguían en la brecha. Estaban contratadas publicitariamente las semifinales y la final al margen de la actuación española. La información descendió a niveles mínimos en nuestro país y eso se traducía en más tiempo de trabajo y resultados menos brillantes. La decepción hizo mella en la audiencia y solamente interesaban los Campeonatos del Mundo de Argentina por las anécdotas o por ver los partidos en color en los primeros televisores de estas características en España.<br />
<br />
</span><br />
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Los últimos días del Mundial fueron desagradables y llenos de incidencias para mí. Ya se torcieron las cosas cuando me trasladé a Córdoba, porque el avión de hélices con capacidad para cuarenta personas no terminaba de salir. Como no se llenaba el vuelo y teníamos prisa, decidimos escotar los periodistas y pagar las quince plazas que faltaban porque hasta que la nave no estuviera completa, no salíamos. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El vuelo fue malo, alguno de los pasajeros se mareó y yo comencé a padecer un amago de cólico nefrítico que me mantuvo en cama el resto del día con unos dolores muy agudos. Con algo de fiebre y débil por no haber comido nada en varias horas, tomé el autobús que me tenía que dejar en el centro de prensa. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El vehículo se estropeó nada más arrancar y llegamos justo al comienzo del partido. Todos en Madrid estaban preocupados por mi tardanza, yo andaba completamente desorientado y, para colmo, no había recogido las alineaciones ni el dossier de prensa que nos preparaban antes de cada partido. Pero, y esto fue lo más terrible, no reconocía a los equipos. No sabía con qué camiseta jugaban, ni quiénes eran los futbolistas ni cómo se llamaba el árbitro. García, desde los estudios, debió darse cuenta y me fue sacando de dudas; un compañero de otra cadena me pasó las numeraciones y uno de los técnicos de la compañía telefónica local, me aprovisionó de agua. Poco a poco fui tomando las riendas y acabé uno de los partidos más largos e ingratos de mi vida.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">De vuelta a Buenos Aires, donde nada dijo al resto del equipo para no preocuparles, tuvo tiempo para recuperarse y pasear por una de las ciudades más maravillosas del mundo. Era el momento de visitar por última vez rincones escondidos, calles llenas de color, plazas donde el aroma le transportaba a otras épocas y lugares en los que había tenido tiempo de meditar en soledad, disfrutando de unos momentos inolvidables. Su estancia en Argentina se terminaba y pronto recuperaría su actividad normal, volvería a ver a su gente querida después de un mes largo de ausencia.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Cinco horas antes del comienzo del partido, los argentinos vivían dentro y fuera del estadio la gran final. Fue un partido impresionante, de los que gusta radiar y yo particularmente quedé muy satisfecho de la retransmisión. No se cuánto tardamos desde la cancha al hotel, porque quedamos atascados en las calles y apenas podíamos movernos. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">La gente cantaba y bailaba, era imposible tomar un taxi, los autobuses no podían circular, todo Buenos Aires era una gran fiesta. Terminamos tarde de mandar entrevistas, comentarios e informaciones desde el estudio que improvisó Enrique desde una de las habitaciones del Plaza. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">El día siguiente lo dediqué a descansar, a dormir, a terminar de realizar las últimas compras y a prepararme para la vuelta a casa, especialmente para ver a mi hijo Cristian, que había cumplido dos meses</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;">.</span></b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Ya en pleno vuelo sobre el Atlántico, a varios miles de kilómetros de altura, sus queridos compañeros le obsequiaron con uno de los detalles más bonitos del largo desplazamiento a Argentina. Eran las doce de la noche del 28 de junio, él cumplía cuarenta y cuatro años y dormitaba en la butaca del avión. <br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">La azafata se paró a nuestra altura. Llevaba en un plato un pastel, una botella de champán y unas copas, que dejó sobre las mesitas de nuestros asientos. Me felicitó en nombre de mis compañeros, encendió una vela y nos dejó celebrar en la intimidad mi cumpleaños. Fue un detalle que jamás olvidaré y que puso un colofón sentimental en mi etapa argentina.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7275983175229113846.post-31512713520812213122011-05-25T17:59:00.002+02:002011-07-12T18:02:34.546+02:00CAPÍTULO XXIV. LA EUROCOPA DE ITALIA<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEqasUZ0pNsmOm9-5SEbvIaG7WPiXGGIOmi6Bblj50Bdg6TM0-SCDPjIRZYDbKrw-6cP9ZXRmhx8Uap91mQTgFxNkBuE4pyEKlSEitWeRMQHMGB0iqQ8VL7Icvy-ZcHGCt_FM5PjarKbQ/s1600/Foto+23+cap%25C3%25ADtulo+XXIV.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="202" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEqasUZ0pNsmOm9-5SEbvIaG7WPiXGGIOmi6Bblj50Bdg6TM0-SCDPjIRZYDbKrw-6cP9ZXRmhx8Uap91mQTgFxNkBuE4pyEKlSEitWeRMQHMGB0iqQ8VL7Icvy-ZcHGCt_FM5PjarKbQ/s320/Foto+23+cap%25C3%25ADtulo+XXIV.jpg" width="320" /></a></div><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">La Copa</span><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"> de Europa de Italia se disputó el año 1980 y sus resultados deportivos fueron tan decepcionantes como los del Campeonato del Mundo de Argentina. Pero a nivel profesional significó la consolidación de un equipo periodístico que saboreaba sus momentos más dulces. Con José Maria García al frente, Vicente Marco y Enrique Blanco formaban junto a Paco Ortiz un cuarteto difícilmente superable en la radio española. Sus niveles de audiencia jamás llegarán a igualarse, con unas estimaciones de ocho millones de seguidores en la noche y en la transmisión de los partidos. Allí fue, en la narración de centenares de encuentros, donde mi padre vivió una segunda juventud; la experiencia adquirida con el carrusel de viajes al lado de los mejores clubes españoles y con la selección, aumentó su popularidad con respecto a la época de los «Magníficos», que parecía pertenecer a la prehistoria. Italia era la gran esperanza española, un país muy cercano al nuestro y que podía significar un paso adelante para un fútbol que necesitaba triunfos para no caer en el abandono.<br />
<br />
</span><br />
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Nos alojamos en un pueblecito cerca de Milán, en un hotel antiguo pero muy acogedor, con unas inolvidables vistas a un lago inmenso cuyo resplandor de las aguas nos despertaba cada mañana. En aquel lugar también se hospedaba la selección española y eso favorecía la realización de entrevistas y programas especiales en las vísperas del torneo.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"> </span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">Estos días previos transcurrían con tranquilidad, en un ambiente relajado que les permitió recibir a los jugadores de la selección nacional en el estudio instalado por Enrique Blanco en una de las habitaciones de los enviados especiales de la SER. También acudieron futbolistas de otros equipos, periodistas y hasta aficionados, que le dieron un tono cordial y agradable a esos escasos metros cuadrados llenos de cables, micrófonos y aparatos por todos lados.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Comenzó la participación española con un empate a cero frente a Italia, que era el país anfitrión. Fue un partido bonito de radiar por la emoción y lo incierto del resultado. Pero esos buenos comienzos solamente eran una ilusión, un espejismo. Tres días más tarde España perdió en Milán frente a Bélgica por 2-1. Nuestra selección iniciaba su declive en esta Eurocopa</span></b></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";">El sosiego del lago milanés terminaba y el equipo radiofónico tenía que acudir a Nápoles donde se encontraba la nueva sede del equipo español. En la gran ciudad había que resolver unos problemas burocráticos y Paco Ortiz, para descargar de trabajo a Vicente Marco, se ofreció a desplazarse a la oficina de prensa. Era, además, una buena oportunidad para conocer a fondo Milán antes de abandonar la sede.<br />
<br />
<b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif";"></span></b></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Tomé el FIAT con cambio automático y me dispuse a recorrer los ochenta kilómetros que nos separaban de nuestro alojamiento. Nunca había conducido un automóvil de esas características, pero en carretera apenas se nota diferencia. Ya de entrada, me equivoqué al tomar el desvío de la autopista al centro de la ciudad y tardé más de media hora en dar la vuelta. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Comenzó a llover torrencialmente cuando admiraba la catedral, en plena hora punta. Salían coches de todos los sitios, empezaba a anochecer y las luces de los faros eran insuficientes ante la cortina de agua que caía sobre las calles. El FIAT se me paró en plena plaza del Duomo y se calaba cada vez que lo intentaba poner en marcha. Estaba histérico, gritaba como un poseso mientras los conductores «rivales» me insultaban entre tremendos bocinazos. </span></b></div><div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;"><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt; font-weight: normal;">Estuve a punto de bajarme e irme corriendo de aquel desastre, pero el auto arrancó de una maldita vez. Enfilé con miedo la primera avenida grande que ví y aparqué el coche donde pude. Eran las once de la noche y estaba tan agotado, que no tuve fuerzas de buscar un hotel. Me quedé dormido en el coche después de llamar desde una cabina indicándoles a mis compañeros que el papeleo se iba a prolongar un día más y que volvería al día siguiente. Seguramente sospecharon que había ligado con alguna belleza italiana... ¡buen ligue, vive dios! Dormí en los brazos de un FIAT, una amorosa noche que no le deseo a nadie y que, por supuesto, no he contado hasta ahora.</span></b><b><span style="font-family: "Trebuchet MS","sans-serif"; font-size: 11pt;"></span></b></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10418322279684909597noreply@blogger.com0